Para que se tenga una idea de la magnitud de la labor
desarrollada por el Ing. Prins, es menester hacer un poco de
historia. Al comienzo de este siglo, o sea en el año 1908 más o menos, el
Consejo Directivo de la Facultad de Derecho, que funcionaba en la vieja
casona de la calle Moreno al 400, abrió un concurso para la construcción
de un edificio que reuniera las condiciones adecuadas para el
funcionamiento de esa casa de estudios en el amplio predio de la Avenida
Las Heras. El concurso fue ganado por el Ing. Arturo Prinas, quien al
efecto confeccionó los planos de un edificio de estilo greco-romano a
semejanza de la mayoría de las construcciones de esa época con destino
oficial.
Hubo las consiguientes demoras para el comienzo de las obras y
ello dió lugar a que el Consejo Directivo que sucedió al anterior cambiara
de opinión en cuanto al estilo que debía imprimirse al edificio,
resolviendo en definitiva, que debería utilizarse el gótico. Impuesto
de esa variante, el Ing. Prins, después de realizar un viaje a Europa ex
profeso para estudiar y tomar apuntes de las catedrales de Reims, Colonia,
Chartres. Chalón-sur-Saone, etc., presentó un proyecto de edificio gótico
de la Facultad de Derecho, el que fue objeto de entusiasta aprobación por
parte de los señores Consejeros.
Entre las cláusulas del contrato de adjudicación de las
obras, existía una por la cual el Ing. Prins recién podría cobrar sus
honorarios cuando el edificio quedara habilitado. Las obras
comenzaron y fueron detenidas muchas veces, la mayor parte de ellas por
falta de fondos para proseguirlas.
Por fin sólo se levantó la parte de su
frente, sin las torres que la coronaban y quedando sus paredes sin el
correspondiente revoque. Sin embargo es de admirar la gracia y armonía de
ese edificio en su “maquette”, aun cuando es necesario reconocer que el
edificio no se adecuaba al destino que se le quiso dar, pero ello no era
culpa del Ing. Prins, sino del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho
que así lo dispuso.
Sin ver coronado tan gran esfuerzo, tal vez la obra cumbre
de su vida, el edificio de la Avenida Las Heras fue habilitado tal como se
encontraban las obras, pues a él se trasladó la Facultad de Derecho que
funcionaba en la calle Moreno. Con la habilitación de la obra en
condiciones tan precarias, quedaba expedida la vía para hacer efectivos
los honorarios por parte del Ing. Prins.
Este en vida realizó muchas
gestiones en ese sentido, pero sin resultado positivo. El Dr. Ángel
R. M. Montes de Oca rehusó hacerse cargo del juicio por cobro de los
honorarios que correspondían al Ing. Prins, declinando ese cometido en el
Dr. Eduardo H. Maglione, que había sido gran amigo de aquel y
además conocía, a través de esa amistad, todos los pormenores de la gran
obra. Todos los herederos aceptaron esa determinación del Dr. Montes de Oca aunque
impusieron que la representación de ellos la ejerciera mi persona.
Yo no
conocía al Dr. Maglione, pero puedo decir que desde el primer momento de
nuestra actuación, mantuvimos una cordial cooperación que perduró hasta el
día de su fallecimiento, ocurrido antes que el juicio terminara.
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