En mayo de 1916, mientras salía del local de La
Vanguardia junto a su amigo y compañero, el doctor Enrique Dickman, un
desconocido se le acercó y le disparó un tiro. El disparo impactó gravemente en
una de sus piernas. Con la herida todavía abierta y, tras recibir las primeras
curaciones, se presenta en el Congreso y participa en el debate del día.
En 1918, frente a las protestas de los estudiantes de
Córdoba que piden una profunda reforma universitaria, el Dr. Justo apoyará sus
reclamos desde el parlamento.
Los graves hechos conocidos como la Semana Trágica de 1919,
encuentran en Justo una vibrante condena y el pedido de investigación para los
responsables de la represión policial y parapolicial. En ese mismo año viaja a
Europa para participar de las reuniones de la Segunda Internacional en Berna y Ámsterdam
como representante de todo el socialismo sudamericano. A su regreso, dicta tres
conferencias sobre la Revolución Rusa que publica en un volumen bajo el título El
momento actual del Socialismo, donde condena los métodos de los bolcheviques y
llega a la conclusión que el modelo soviético no es viable para la Argentina.
En 1920, Justo se casa con la joven doctora Alicia Moreau
-hija de refugiados franceses de la Comuna de París- veinte años menor que él,
con quien tendrá otros tres hijos y compartirá su pasión por el socialismo y su
interés por los temas médicos.
En las elecciones de 1924, a las que el radicalismo concurre
dividido entre los personalistas, partidarios de Yrigoyen, y los
antipersonalistas, partidarios del entonces presidente Marcelo T. de Alvear,
Justo, a los 59 años, resultó electo senador por la capital. Uno de sus
primeros proyectos fue el que solicitaba la separación de la Iglesia y el
Estado, desatando una fuerte polémica con las bancadas radical y conservadora
que se opusieron a que fuera considerado sobre tablas. Para 1926 el Partido
Socialista contará con una bancada de 26 diputados nacionales y dos senadores.
El 23 de enero de 1927, Justo pudo ver cumplido uno de sus
grandes sueños: inaugura la Casa del Pueblo, con su gran biblioteca, su salón
de conferencias y sus aulas nocturnas dedicadas a la enseñanza de los obreros.
Sería una de sus últimas alegrías, casi exactamente un año después, el 8 de
enero de 1928, mientras pasaba una temporada de vacaciones en compañía de su
esposa Alicia y sus hijos, en su quinta de Los Cardales, Juan B. Justo moría de
un síncope cardíaco.
Autor: Felipe Pigna
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