También durante su gobierno se crearon la Escuela Superior de Comercio y el
Museo Histórico Nacional y se iniciaron las obras de los jardines zoológico y
botánico de Buenos Aires. Se rescataron grandes extensiones de tierra en poder
de empresas ferroviarias que los concesionarios no habían efectuado los pagos
pactados, marcando la presencia del Estado en defensa de derechos incumplidos.
Tal vez por medidas como éstas a Pellegrini se lo calificó como proteccionista,
pero lo cierto es que fue, al igual que Roca, un pragmático. El ex presidente
decía: “cuando hace falta, el Estado debe meterse en la vida económica, y si no
es indispensable no debe hacerlo. Así de sencillo”. Y así lo hacía Pellegrini.
Las medidas financieras que se habían implementado dieron, como consecuencia,
superávit entre exportaciones e importaciones, pero la situación política no
acababa de acomodarse.
Roca y Pellegrini habían tomado la conducción del PAN, eligiéndose al primero
como presidente, éstos creían que Alem había perdido fuerza, pero no fue así y
el tribuno se levantó con más ímpetu encendiendo a las multitudes con su
oratoria florida pero muchas veces vacía de contenido.
Alem era un político sincero, honesto y capaz de llevar tras de sí legiones de
adherentes deseosos de ver una Argentina que, en lo político, derrochara pureza
democrática. Pero la realidad del país era otra: casi la mitad de la población
era extranjera y gran parte de la que no lo era carecía de instrucción pública.
Por eso Alem equivocó el camino al no aceptar la convocatoria del gobierno y no
llegar a un acuerdo y haber aprovechado la circunstancia de que ya no estaba en
el gobierno Juárez Celman y, en cambio, estaba Pellegrini con su gran capacidad
para resolver el desbarajuste que había dejado el ex presidente cordobés. “En
esto no transo, en esto soy radical”, habría dicho el caudillo cívico.
En enero de 1891 se realizó en Rosario una convención de la Unión Cívica, al
estilo norteamericano, en donde se reunieron gran cantidad de dirigentes de
todo el país. Se sancionó la Carta Orgánica del partido y se proclamó la
fórmula Bartolomé Mitre-Bernardo de Irigoyen para el próximo período
presidencial. Mitre se encontraba fuera del país y regresó en marzo de 1892,
siendo recibido por una apoteótica multitud.
Roca sabía que Mitre era hombre de acuerdos, y aprovechando este perfil
personal, le ofreció ser candidato del Partido Autonomista Nacional, sin
necesidad de declinar su candidatura por la Unión Cívica, con el fin de evitar
un enfrentamiento electoral que, al decir de Roca, si se produjera contribuiría
a dividir aún más a los argentinos. Mitre aceptó inmediatamente y Roca,
aprovechando la complacencia de don Bartolo, se animó a decirle que sería
conveniente reemplazar a don Bernardo, teniendo en cuenta que éste era porteño
y que la fórmula, para que fuera prenda de unión nacional, debería estar
integrada por un provinciano: José Evaristo Uriburu, por ejemplo, que era
salteño, un gran diplomático y muy apreciado en el interior.
Los Cívicos, en particular Alem, que era un candoroso político, recibió la
noticia con una gran desazón y acusó a Mitre de acuerdista tan luego con Roca
que era un ejemplo indeseable del régimen.
Pero Leandro Alem no cejaba en su intento de forjar una nueva política que
fuera limpia, exenta de acuerdos y que el ejercicio del voto libre se
constituyera en una realidad y el estandarte de la pureza cívica. Pellegrini,
pese a los inconvenientes que le causaba una oposición tan férrea, apreciaba a
Leandro. Alem se lanzó por el interior con una campaña promoviendo la nueva
Unión Cívica Radical y al binomio Bernardo de Irigoyen-Juan M. Garro para la
próxima campaña presidencial.
La intensa campaña desarrollada por el radicalismo obligó a la renuncia del
presidente del PAN, Julio A. Roca, y a la declinación de la candidatura de
Mitre. Ante el desconcierto que generaba la campaña radical, el presidente
Pellegrini reunió en su casa a lo más granado del acuerdismo, representantes de
partidos políticos: concurrieron Manuel Quintana, Bonifacio Lastra, Bartolomé
Mitre, Julio Roca, José María Gutiérrez y, exentos de representación, el dueño
de casa y Aristóbulo Del Valle. Mitre propuso la formación de una junta para
lograr un nuevo acuerdo. Luego de pasado unos días Pellegrini propuso a la
junta que se invitara a Bernardo de Irigoyen y a Hipólito Yrigoyen en forma
personal. Pellegrini quería integrar al radicalismo al acuerdo.
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