El 18 de
octubre de 1891 se llevó a cabo la reunión en la casa de Pellegrini, con la
asistencia de Hipólito Yrigoyen y Oscar Liliedal, éste en representación de
Bernardo de Irigoyen. Hipólito Yrigoyen manifestó que el radicalismo no
secundaría al presidente, si éste no se ponía en su puesto. A lo que Pellegrini
respondió airadamente: Cómo quiere el doctor Yrigoyen que me coloque en mi
puesto si siento que una revolución me está quemando la cara. Yrigoyen replicó:
Cumpla el presidente con su obligación, garantice el comicio y verá como ninguna
revolución le quema la cara.
El acuerdo estaba roto por la intransigencia radical, sin siquiera escuchar la
propuesta que la junta haría. Aristóbulo Del Valle intentó delegar en el
presidente para que reuniera hombres eminentes para lograr una solución
nacional. Yrigoyen se mantuvo intransigente. Era su estilo y lo sostuvo a lo
largo de su extensa vida política transmitiéndolo como parte de una ideología
de partido. Ya veremos en el estudio de otros vicepresidentes, como no todo el
partido lo siguió, produciéndose rompimientos partidarios importantes. Los
grises no contaban para Yrigoyen.
A todo esto el gobernador de Buenos Aires, Julio Costa, lanza la candidatura de
Roque Sáenz Peña, quien se llevaba bien con Pellegrini pero no con Roca. Pero
como el dúo Pellegrini Roca se había solidificado de tal modo, desde los
tiempos en que el tucumano era presidente, que los candidatos que ambos
promovieran debían de ser del agrado de los dos. Por otra parte Pellegrini era
más amplio y generoso de criterio.
Cuenta Roca (Félix Luna: “Soy Roca”) que estando en Mar del Plata, en una
casilla de madera al borde de la playa, cambiaban ideas de cómo eliminar a
Roque Sáenz Peña sin enfrentarlo, hasta que Roca le dice a Pellegrini:
“–Ya lo tengo, mi doctor...
”–¿Quién?
”–Su señor padre, el doctor Luis Sáenz Peña
”–¡Superior! Don Luis es un pan de Dios y no arrastra a nadie, pero para su
hijo...
”–Claro, es un buen hijo. Y ¿quién convencerá a don Luis que acepte la
candidatura? Yo no debo hacerlo: desconfiaría. Usted, tampoco: es el
presidente. Pero usted podría pedirle a Mitre que hable con don Luis y lo
persuada de que la Nación está ansiosa de tenerlo como presidente”.
Así fue que Mitre convenció a don Luis, y Roque, su hijo, en una carta muy
respetuosa, declinaba su candidatura cumpliéndose así la maniobra política
urdida por Roca y Pellegrini.
La situación política seguía complicada en el interior, y en la capital se
sospechaba de una nueva conspiración de la oposición. Precisamente en Mendoza,
José Néstor Lencinas, había iniciado un movimiento de copamiento electoralista
que hizo que Pellegrini enviara tropas a ocupar la provincia y decretar el
estado de sitio que luego se trasladó a otras provincias. En la capital, el 2
de abril la policía detiene a casi todo el elenco radical so pretexto de una
conspiración. Se mostraron bombas que estarían en poder de los revolucionarios
y un plan para asesinar a Mitre, Pellegrini y Roca. Según dicen, pocos creían
en la veracidad de estos hechos. El estilo electoral del elenco gobernante,
lamentablemente, se mantenía. Y lo que es lamentable también, la intransigencia
de los radicales en no contribuir a la pacificación del país y al compromiso de
respeto a la Constitución, lo que no resultaba justificable el accionar del
oficialismo. Porque si unos no la respetaban al no dar comicios libres, los
otros se pasaban conspirando para romper el orden constitucional sin entrar en
negociaciones que permitiera una salida electoral sin vicios, sobre todo
tomando en cuenta que el gobierno de Carlos Pellegrini había sacado del caos
económico a la Nación y que el unicato de Juárez Celman había sido desarmado.
En los comicios del 10 de abril de 1892 triunfó la fórmula acuerdista de Luis
Sáenz Peña-José Evaristo Uriburu sobre Bernardo de Irigoyen-Luis Garro, quienes
obtuvieron solamente cinco votos en el colegio electoral.
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