La cuestión es que las relaciones comerciales con el Imperio Británico se
fueron reduciendo, al imponerse por el gobierno de Campana cada vez mayores
restricciones a la importación de géneros ingleses con destino a las Provincias
y a la venta en Buenos Aires de mercaderías al menudeo por parte de
extranjeros. Además se siguió una política muy estricta en materia fiscal,
persiguiendo particularmente a los importadores que debían a la Aduana,
aplicándoseles un interés del 6% sobre sus mercaderías.
A pesar de los poderosos enemigos a los que dignamente se enfrentaba, en este
mes de mayo de 1811 todo parecía marchar bien para el gobierno de Joaquín
Campana, pero la actividad conspirativa de la “Sociedad Patriótica” comienza a
adquirir un ritmo frenético. Las calles de Buenos Aires se llenan de volantes
anónimos en tono despectivo hacia los provincianos en el gobierno de la Junta:
"Os gobiernan el potosino Saavedra, el cordobés Funes, el correntino
Cossio, el tucumano Molina, el montevideano Campana, todos forasteros. ¿En esto
han venido tus glorias y tu nombre, Buenos Aires?".
En el Alto Perú, las fuerzas revolucionarias alcanzaban ya al Lago Titicaca y
se preparaba en la ciudad de Tacna una insurrección acaudillada por Francisco
Antonio de Zela que serviría de avanzada para la total invasión del Perú. Pero
el 20 de junio de 1811, mientras la población de Tacna proclamaba su adhesión a
la causa Americana, las fuerzas del Virreinato del Perú al mando del General
José Manuel de Goyeneche derrotaban totalmente en la batalla de Huaqui a los
patriotas, que huyen en desbandada abandonando todo el parque y la artillería.
Tal fue el desorden en las tropas que siguieron huyendo hasta Jujuy. Poco
después, el 13 de agosto de 1811, otra derrota, esta vez en Sipe-Sipe,
determina la pérdida de Cochabamba y de todo el Alto Perú.
Ante semejante desastre, los revolucionarios de Tacna quedan abandonados a su
suerte, siendo también derrotados y apresados todos sus jefes. Francisco
Antonio de Zela es condenado a las mazmorras del Castillo de Chagres, en
Panamá, donde muere diez años después, el 28 de julio de 1821.
Paralelamente, el llamado “Ejército Pacificador de la Banda Oriental” enviado
por el Rey de Portugal al mando del Gobernador y Capitán General de Rio Grande,
Diego de Souza, cruzan el río Yaguarón el 21 de julio de 1811, apoderándose de
la Villa de Melo el día 23. El 30 de agosto los portugueses toman por asalto la
ciudad de Paysandú, heroicamente defendida por el Capitán Francisco Bicudo,
mestizo riograndense, quien pierde la vida en el combate junto a otros 30
milicianos patriotas. Para el 5 de setiembre los invasores ya están en posesión
de la Fortaleza de Santa Teresa y el 14 de octubre ocupan la ciudad de
Maldonado donde establecen su Cuartel General.
Un compendio de malas noticias comienza a llegar a Buenos Aires. En particular,
la invasión portuguesa de la Banda Oriental causa estupor e indignación. El 1º
de setiembre la Junta Grande se dirige a la Junta Provincial de Córdoba en
estos términos: “Conspirando por todos los arbitrios los enemigos de nuestra
Santa causa a sofocar la idea que se han propuesto estas Provincias de
consolidar un sistema que las ponga a cubierto de los males que hasta aquí han
tolerado y que tratan de perpetuar con total prescindencia de sus justas
reclamaciones, hoy se halla esta capital amagada de nuevos e inminentes
peligros con la imprudente e inicua resolución de Don Francisco Javier de Elío,
que olvidando de sus deberes de fiel vasallo de la Monarquía Española ha
cometido el atentado de llamar en su auxilio las fuerzas del Brasil, tenazmente
resuelto a establecer en todo nuestro territorio la ilegítima representación de
Virrey con que arribó al Río de la Plata.”
A principios de agosto la Junta resuelve el cese de Juan José Castelli y
Antonio González Balcarce en la jefatura del Ejército del Alto Perú, designando
al propio Presidente Cornelio Saavedra y al diputado tucumano Manuel Molina
para sustituirlos. Por otra parte el 11 de agosto designa comisionados para
iniciar negociaciones con Montevideo al Deán Funes, José Julián Pérez y Juan
José Paso, a los efectos de negociar un armisticio con Elío. Con estas
ausencias la Junta Grande queda seriamente debilitada para enfrentar las
resistencias de la oposición en Buenos Aires, la cual obviamente no
desaprovecha la oportunidad.
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