San Martín había ordenado que dos divisiones, una al mando
del general Miguel Estanislao Soler y la otra dirigida por Bernardo O’Higgins,
cruzaran por el paso de Los Patos. Una tercera, bajo las órdenes de Juan
Gregorio de Las Heras, debía ir por el paso de Uspallata con la artillería.
Otra división ligera, al mando de Juan Manuel Cabot, lo haría desde San Juan
por el portezuelo de la Ramada, con el objetivo de tomar la ciudad chilena de
Coquimbo. Otra compañía ligera cruzaría desde La Rioja por el paso de Vinchina
para ocupar Copiapó. Finalmente, el capitán Ramón Freyre entraría por el
Planchón para apoyar a las guerrillas chilenas.
En total eran 5.200 hombres. Llevaban 10.000 mulas, 1.600
caballos, 600 vacas, apenas 900 tiros de fusil y carabina; 2.000 balas de
cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.
En varios tramos del cruce, San Martín debió ser trasladado
en camilla a causa de sus padecimientos. Su salud era bastante precaria.
Padecía de problemas pulmonares –producto de una herida sufrida en 1801 durante
una batalla en España–, reuma y úlcera estomacal. A pesar de sus “achaques”
siempre estaba dispuesto para la lucha y así se lo hacía saber a sus
compañeros: “Estoy bien convencido del honor y patriotismo que adorna a todo
oficial del Ejército de los Andes; y como compañero me tomo la libertad de
recordarles que de la íntima unión de nuestros sentimientos pende la libertad
de la América del Sur. A todos es conocido el estado deplorable de mi salud,
pero siempre estaré dispuesto a ayudar con mis cortas luces y mi persona en
cualquier situación en que me halle, a mi patria y a mis compañeros.”
Los hombres del ejército libertador tuvieron que soportar
grandes cambios de clima. La sensación térmica se agudiza con la altura. De día
el sol es muy fuerte y se llega a temperaturas de más de 30 grados; durante la
noche, el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, puede llevar al
congelamiento. Durante la travesía, la altura promedio fue de 3.000 metros, lo
que provocó en muchos hombres fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e
irritación pulmonar.
La orden era que todas las divisiones se reunieran del otro
lado de la cordillera entre los días 6 y 8 de febrero de 1817. Con una
sincronización matemática, el 8 de febrero por la tarde, en medio de festejos y
gritos de “viva la patria” los dos principales contingentes se reunieron del
otro lado y fueron liberadas las dos primeras ciudades chilenas: San Antonio y
Santa Rosa. Se pudo establecer una zona liberada, base de operaciones desde
donde el ejército libertador lanzará el fulminante ataque sobre Chacabuco, el
12 de febrero de 1817.
Sobre el campo de batalla quedaron quinientos españoles
muertos. Las fuerzas patriotas sólo tuvieron doce bajas y veinte heridos.
Fueron capturados seiscientos prisioneros y centenares de fusiles pasaron a
engrosar el parque del ejército libertador.
Cuando San Martín entró en Santiago se enteró de que el
gobernador español, Marcó del Pont, había logrado huir. De inmediato le ordenó
a uno de sus hombres de confianza, el fraile-capitán José Félix Aldao, que
corriera a capturarlo. Era fundamental evitar que Marcó se embarcara hacia
Lima.
En la noche del 15 de febrero, Aldao supo por sus
informantes que el gobernador prófugo y su comitiva se encontraban cerca de
Concepción. Llegó hasta su refugio, lo capturó y lo trasladó detenido hasta la
comandancia del ejército libertador. De allí fue enviado a Mendoza y luego a
Luján, donde Marcó del Pont morirá el 11 de mayo de 1819.
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