Rogelio Gordillo nació poco después de los festejos por el
centenario de la patria, en 1910. Era hijo de un matrimonio de chacareros de
Colón, provincia de Buenos Aires, y vivió sus primeros años junto a sus seis
hermanos. Nada hacía pensar que ese muchacho, que trabajaba como aprendiz en
una peluquería, se convertiría en el delincuente más buscado de la década del
´30, el hombre que comandaría la primera “superbanda” de la historia penal
argentina.
Conocido como El Pibe Cabeza, Gordillo pasó a la historia
por ser el asaltante que diseñó una estrategia criminal hasta ese momento
desconocida en el país: una banda que actuaba con sincronización, se movilizaba
en autos modernos y utilizaba ametralladoras que les daba mayor poder de fuego
que el que tenía la
Policía. Siempre , en todos sus robos, se lo veía vestido con
un impecable traje oscuro y peinado “a la gomina”.
Aún se conserva en el Museo Policial de la Federal el prontuario 2698
de Robos y Hurtos, en el que se reseña parte de la vida criminal de Gordillo.
Hijo de Segundo Gordillo y Gregoria Lagarde, vivió en su ciudad natal hasta la
muerte de su padre, cuando la familia se trasladó a General Pico, La Pampa. Allí , con 16
años, rápidamente consiguió trabajo como peluquero, su primer y único oficio.
La primera vez que El Pibe Cabeza se vinculó a un delito, no
fue por un robo. Fue por una mujer. Cuenta la historia que baleó a la madre de
su novia adolescente, con la que se fugó a una chacra, donde lo atraparon y lo
mandaron a la cárcel de Santa Rosa, en la que estuvo preso menos de un año.
Cuando salió tenía apenas 19 años, pero ya no volvería a
trabajar. Había conocido a varios delincuentes que lo fueron contactando con el
mundo del hampa.
Al salir de la prisión y al no poder recuperar a su novia
que en ese lapso se había casado con un productor pampeano, se mudó a Rosario,
ciudad en la que finalmente comenzó su carrera delictiva. Su principal socio, y
lugarteniente, fue otro célebre delincuente de aquellos años, Antonio Caprioli,
alias El Vivo. Después de algunos robos menores, compraron dos autos,
ametralladoras Thompson -las que tienen los enormes tambores circulares, que se
ven en las viejas películas sobre Al Capone- y pistolas y salieron a cometer
los primeros golpes del tipo comando ocurridos en la Argentina.
En algunos casos, la banda tenía tanta superioridad con
respecto a los policías locales, que llegaron literalmente tomar por algunas
horas como rehenes a todos los habitantes de pueblos pequeños del interior.
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