sábado, 9 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 4

 
Ya en el ‘62, luego del derrocamiento del presidente constitucional Arturo Frondizi, el Ejército dirime su interna a través de las armas. Divididos en dos bandos, azules y colorados, decidiendo matarse alegremente dentro y fuera de Campo de Mayo (en la Escuela de Caballería funcionó un estado mayor clandestino), volando puentes en Luján, instalando bases de operaciones en Lanús, copando una radio, y combatiendo en plena Capital Federal.

Aunque el protagonismo de la guarnición militar dejó paso a los nombres de los militares que encabezaron levantamientos, es evidente que tener a favor el poder de fuego de Campo de Mayo garantizaba el éxito de cada conspiración. Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston, Alejandro Agustín Lanusse son los nombres de los militares que ocuparon el cargo de presidente de facto.

La sombra

En 1973 la democracia empezó a rodar nuevamente, pero con dificultades por el caos social, la situación económica, el accionar de grupos revolucionarios y la vejez de un líder como Perón que ya no estaba para gobernar.

Apenas se produjo el golpe del ‘76, el acantonamiento fue el lugar elegido para depositar a las personas secuestradas, y hay versiones que indican que muchos fueron enterrados en la guarnición militar. En la misma época, el hospital militar del campo militar fue usado como maternidad clandestina.

El destacamento funcionó durante el Proceso como Zona 4, abarcando los partidos de General Sarmiento, Escobar, General San Martín, San Isidro, San Fernando, Tigre, Vicente López, Tres de Febrero, sumando un total de 2.010.500 personas. En sus instalaciones funcionaban el Comando de Institutos Militares, la escuela de Inteligencia, el destacamento de Inteligencia 201, la Escuela de Caballería, la Escuela de Infantería, la Escuela de Ingenieros, la Escuela de Comunicaciones, la Escuela de Artillería, la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, la Escuela de Servicios de Apoyo de Combate General Lemos, el Batallón de Aviación del Ejército 601, el Hospital Militar de Campo de Mayo, la prisión militar, la Escuela de Gendarmería.

En la década del ‘80 el lugar fue la base para que un teniente coronel, Aldo Rico, seguido por oficiales y suboficiales con la cara pintada con betún, encararan una nueva aventura militarista. La Semana Santa del ‘87, que tuvo la Escuela de Infantería como eje, pasará a la historia como el momento en que el pueblo salió a la calle a impedir que de Campo de Mayo volvieran a salir los militares para tomar el poder. A pesar que se logró un triunfo militar con la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, también significó la decadencia del poder que supo contener la guarnición.

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