miércoles, 8 de septiembre de 2010

El Lezama tiene historias - parte 1

Entrar al Parque Lezama, es adentrarse en un lugar apasionante. La riqueza y variedad de flores, plantas, esculturas, monumentos y otras construcciones lo transformaron en uno de los lugares más atractivos. Para una corriente de historiadores es el lugar dónde se realizó la Primera Fundación de la Ciudad, cuando en 1536 Mendoza llegó a estas tierras.

Antes era tierra y río. En algún tiempo, al pie de su barranca corría una desembocadura del Riachuelo en la que estuvo el primitivo puerto. A principios del siglo pasado sus terrenos fueron vendidos, transformándose en una lujosa residencia embellecida con árboles y plantas procedentes de todo el mundo.

Se construyeron senderos, caminos y se edificó el suntuoso edificio de estilo italiano, con una galería exterior, una alta torre mirador, hornacinas, estatuas, macetones de mármol y hasta se hizo un pasadizo secreto en donde ahora se encuentra el Museo Histórico Nacional.

En 1857, la quinta fue adquirida por Gregorio José Lezama, quien terminó de parquizarla, aumentó sus flores, introdujo plantas exóticas y árboles. Desde el mirador, las familias patricias podían contemplar un bellísimo paisaje: el río en toda su amplitud, el barrio nuevo de La Boca con sus pintorescas casas de madera, las grandes quintas situadas sobre Barracas al Norte o la extendida ciudad, baja, chata, en la que los tejados oscuros contrastaban con las cúpulas relucientes de las iglesias.

Una verja de hierro rodeaba todo el perímetro de la quinta. En 1896 la viuda de Lezama (muerto unos años antes), vendió el parque a la Municipalidad, con la condición de que lleve el nombre de su esposo.

A fines del siglo pasado la antigua quinta, de alrededor de 80.000 metros cuadrados, se convirtió en paseo público y sede del Museo Histórico Nacional, que conserva valiosas colecciones.

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