Indagando a los vecinos se topó con el dato de que la antigua dueña del lugar abandonó imprevistamente el edificio y nunca más se la vio, se fue en forma misteriosa. Por supuesto se trataba de Auvert; la periodista recibe los datos del paradero y se informa de que ella se encuentra recluida en Rauch.
Antes de llegar a aquella localidad bonaerense, Eleonora había concertado previamente una cita telefónicamente con la señora Auvert, en esa época no era común que hubiera teléfonos en la estancia, por eso la comunicación se realizó a la cooperativa de Rauch, donde se pasó el recado y la repuesta había sido positiva.
Eleonora bajó del tren y esperó que la buscaran en la estación del pueblo, un automóvil llegó y la llevó a la estancia, durante el viaje el chofer le indicaba que la señora Auvert la iba esperar en el jardín de la casa. Al llegar, la periodista observaba el casco de la estancia. Era una casa señorial, de muchas habitaciones, la construcción era de un estilo Tudor. En el jardín había una mesa blanca con sillas, en una de ellas estaba sentada la dueña esperando a la invitada. Como buena anfitriona le ofrece tomar un té a la que Eleonora accede, luego de los saludos de rigor se inicia la entrevista.
Auvert pregunta a Eleonora si creía en duendes, a lo que ella responde negativamente. Allí comienza a narrar una antiquísima leyenda de Cataluña, la cual dice que en los bosques de los Pirineos viven los follets, unos pequeños duendes que siempre duermen en los hongos de las setas.
Estos duendes, científicamente fueron asociados con los efectos alucinógenos de las setas, hongos que pueden a veces ser venenosos, pero otros dicen que existen en realidad. Los follets pueden ser muy colaboradores, pueden ayudar a las personas en sus trabajos o quehaceres, pero si se los alteran pueden ser de los más traviesos y no tienen límites.
La señora Auvert contó que mientras vivía con los duendes, estos personajes colaboraban con los sirvientes, un día, uno de ellos quiso propasarse con una sirvienta y cuando uno de los mucamos tomó de él y lo arrojó a la pared para apartarla de ella el duende enfureció tanto que la casa comenzó a ser un infierno. No solo vivía desordenada, los muebles se caían, las patas de las sillas y las mesas aparecían cortadas, sino que también los cuchillos volaban y se incrustaban en la pared, poniendo en peligro la vida de sus habitantes.
Fue así que Auvert decidió deshacerse del edificio del barrio de La Boca e instalarse en su apacible campo de Rauch con sus sirvientes. Nunca contaron la historia ella ni los sirvientes porque era conciente de que no le iban a creer y la podían tomar por loca. La señora era muy inteligente y sabía que si la tomaban por loca podrían declarar insana y no administraría nunca más sus bienes.
Eleonora se retira de la estancia para volver a Buenos Aires, pero no ha podido descubrir nada nuevo, solo una vieja leyenda de la cual por supuesto no creyó. La periodista abandonó la investigación, antes de irse juró a la señora Auvert no contar la historia para que no crean que la rica señora de la estancia de Rauch no estaba en sus cabales.
Es así como el misterio de Clementina alimentó la leyenda de la Torre del fantasma; algunos dicen que al ser fotografiados los duendes se enojaron tanto que no dejaron nunca que la pintora terminara su obra magistral; le escondían los elementos de pintura y, a veces, encontraba manchas sobre la tela del futuro cuadro. La frustración fue tan grande que sin pensarlo se arrojó al vacío y así terminar con su vida.
Otros dan una versión más macabra; cuentan que el enojo y el resentimiento de los duendes sobre las mujeres hermosas, por no poder tomar a aquella sirvienta, era tan grande, y, sumado a que han sido fotografiados, poniéndolo molestos, directamente empujaron a Clementina al vacío o, al menos, instigaron su suicidio.
Lo cierto es que en la actualidad los habitantes del edificio del barrio de la Boca dicen escuchar por la noche los pasos de una persona en la torre. También denuncian que les desaparecen cosas que nunca más vuelven a aparecer o son encontrados años más tarde en otro lugar.
El cuadro no terminado de Clementina es uno de los objetos desaparecidos y, cuenta la leyenda, que los pasos que se escuchan en la torre son los que el fantasma de ella hace recreando su carrera al vacío; la única manera de terminar con los maleficios es encontrar el cuadro escondido y darle una pintada final para que la agonía del fantasma finalice.
Los cuentos de fantasmas en la ciudad de Buenos Aires son diversos y forman parte del encanto de la ciudad. La leyenda de la Torre del Fantasma es una más, habla de una pintora y su cuadro eternamente inconcluso.
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