lunes, 13 de septiembre de 2010

Biblioteca Nacional – parte 2

Con sospechosa unanimidad y usando casi las mismas palabras, los historiadores dan como fundador de la Biblioteca Nacional a Mariano Moreno.

Es indudable que si se hubiera podido decir que la noticia sobre la fundación de la Biblioteca se hallaba en alguna obra insospechada, por ejemplo en tal libro del Deán Funes, adversario de Moreno, o en tal carta de Belgrano o de Rivadavia, o en tal decreto oficial, no se habría omitido la referencia, porque ella imprimiría al dato un sello de autenticidad.

Pero declarar que lo de la pretendida fundación no lo dice ningún contemporáneo, ni aparece en ningún papel de la época y solamente figura en una biografía que se publicó en forma anónima del prócer, que no es historia, sino panegírico, y cuyo autor después de descubrió, fue su hermano Manuel Moreno, declarar eso equivalía a quitar toda veracidad a la noticia.

Por eso los primeros que la divulgaron se abstuvieron de explicar su fuente, y los que vinieron luego la tomaron por cosa juzgada y así la repitieron.

Hasta 1936, Moreno apareció sin disputa como el fundador de la biblioteca. Pero ese año se realizó en Buenos Aires el Congreso Internacional de Historia Americana, y una de sus solemnes sesiones, que tuvo lugar en la antigua Biblioteca Nacional, fue abierta con un discurso del Director de la casa, sobre Mariano Moreno, cuya estatua decoraba la galería del salón de lectura.

Los historiadores, que hasta entonces habían sostenido sin una sombra de discrepancia que “Mariano Moreno fundó, etc.”, escucharon la escandalosa cuestión que alguien, que no era historiador, se atrevía a plantear en contra de “la verdad oficial”. Y no pocos de ellos pensaron que el que había osado descubrir esa verdad no oficial, se había suicidado administrativamente.

En aquella oportunidad dijo el Director de la Biblioteca Nacional que creería pecar de pusilánime si no sometía a su auditorio un modesto problema histórico, que, de tiempo atrás, lo llenaba de escrúpulos.

El también, en diversas publicaciones de la Biblioteca Nacional, había atribuido a Mariano Moreno el honor de su fundación. Lo había hecho por pura ignorancia, repitiendo como un loro, lo que todo el mundo decía, hasta que un día se propuso investigar el punto detenidamente y se sorprendió de no hallar la más mínima prueba, no ya un documento, pero ni siquiera un indicio en que pudiera apoyarse la conocida afirmación.

Prosiguió estudiando no solamente en los libros, sino en los archivos y sin poder declarar que hubiese agotado los documentos, porque toda búsqueda de papeles es interminable, un día pudo afirmar categóricamente, que nada autoriza a presentar a Moreno como fundador de la Biblioteca Pública de Buenos Aires (actual Biblioteca Nacional), y que, por el contrario, hay pruebas de que su intervención en el asunto fue insignificante y hasta perjudicial.

La confusión en que han incurrido tantas personas de buena fe, se explica porque se limitaron a repetir, sin mayor análisis, lo que dijo el primer biógrafo de Mariano Moreno, don Manuel Moreno, en sus laudatorias del personaje, o lo que otros dijeron copiándolo.

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