El 6 de diciembre se cumplieron 180 años de la batalla
de Arroyo Grande a unos cinco kilómetros de la ciudad de San Salvador, que por
entonces no existía, una de las más sangrientas de las guerras civiles del
siglo XIX.
Después del derrocamiento de Oribe en 1838, con apoyo
de Francia, cuya flota bloqueaba el Río de la Plata, comenzaron una serie de
guerras civiles locales en la Argentina, que culminaron en Corrientes y las
provincias reunidas en la llamada Coalición del Norte.
Las provincias intentaban derrocar al gobernador de la
provincia de Buenos Aires, brigadier Juan Manuel de Rosas, que ejercía un
verdadero gobierno general sobre el país, sin una constitución que le diera
validez.
Después del fracaso de Lavalle en llevar la revolución
hasta la misma ciudad de Buenos Aires, el jefe unitario tuvo que llevar su
ejército hacia el norte del país. Hasta allí fue perseguido por el general
Oribe, nombrado por Rosas como comandante del ejército federal. Cuando Lavalle
fue derrotado, a fines de 1841, el ejército federal quedó libre para aplastar
la resistencia correntina y volver a Uruguay a recuperar el gobierno. En su
camino de regreso no se suponía que pudiera encontrar más resistencia que la de
Rivera, pero dos enemigos nuevos le salieron al cruce.
El general José María Paz se puso al frente del
ejército correntino y venció al gobernador entrerriano, brigadier Pascual
Echagüe en la batalla de Caaguazú. A continuación invadió Entre Ríos y,
mientras su nuevo gobernador, brigadier Justo José de Urquiza, se refugiaba en
Buenos Aires, se hizo nombrar gobernador.
Pero el gobernador correntino, brigadier Pedro Ferré
se negó a apoyarlo y se marchó a Corrientes. El presidente Rivera invadió Entre
Ríos, pero se quedó junto al río Uruguay.
Mientras tanto, el gobernador de la provincia de Santa
Fe, brigadier Juan Pablo López, se pronunció contra Rosas y enfrentó (sin ayuda
exterior alguna) la invasión de Oribe. Fue derrotado y huyó hacia Entre Ríos.
Falto de apoyo, Paz se retiró hacia el este y puso su
pequeño ejército a disposición de Rivera, yendo después a Montevideo. Rivera se
puso al mando de una alianza entre el gobierno uruguayo, el de Corrientes, el
expulsado de Santa Fe, y el de Paz en Entre Ríos. Como se puede ver, la
participación de Paz y de López era simplemente nominal, fuera de unos pocos
oficiales emigrados.
De todos modos, Rivera dominaba el este de la
provincia de Entre Ríos, y hacia allí se dirigió Oribe. Poco antes de que Oribe
comenzara a moverse, las vanguardias de ambos ejércitos chocaron sobre un paso
del río Gualeguay, quedando los entrerrianos de Urquiza vencidos por los
santafesinos emigrados de Juan Pablo López.
Para unir sus tropas a las correntinas, Rivera las
trasladó hacia el noreste de la provincia. Allí recibió un fuerte apoyo del
ejército correntino, al mando del general Manuel Ramírez, en el que figuraban
el general José Domingo Ábalos y los coroneles Joaquín y Juan Madariaga,
Benjamín Virasoro y Manuel Hornos.
Como dato curioso, el general Lavalle había comenzado
su campaña de 1839 a corta distancia (menos de ocho leguas) de donde tendría
lugar esta batalla, que en algunos sentidos daría fin a la guerra civil
argentina iniciada por aquél, en la batalla de Yeruá. En el período de tres
años que separó estas batallas, prácticamente toda la Argentina había sido
asolada por la guerra civil.
El ejército aliado colorado-unitario estaba formado
por más de 7.500 hombres (2.000 infantes y 5.500 jinetes), orientales en su
mayoría y 16 piezas de artillería (14 cañones y 2 obuses). Sus soldados
provenían en su mayoría de las provincias argentinas de Corrientes (2.500-2.900
hombres), Santa Fe (1.000) y Entre Ríos (1.500). A los que se sumaban cerca de
2.000 orientales. Su jefe de estado mayor era el coronel Elías Galván.
Por su parte, el ejército de Oribe estaba compuesto
por 9.000 hombres (2.500 infantes, porteños en su mayoría, 6.500 jinetes
porteños y entrerrianos) y 18 piezas de artillería.
La artillería de Rivera era ligeramente superior en
número, pero caería rápidamente en manos enemigas. La caballería de Oribe era
bastante más numerosa, mientras su infantería era casi el doble de la enemiga.
El jefe de estado mayor de Oribe era su sobrino, coronel Francisco Lasala,
quien reemplazaba al coronel mayor Eugenio Garzón, que se había separado del
ejército por desavenencias con el general en jefe.
Una anécdota, mencionada por Adolfo Saldías, relata
que Rosas engañó al ministro inglés Mandeville, convenciéndolo de que su
ejército estaba inmovilizado por falta de caballos. El ministro se lo avisó en
secreto a Rivera, cosa que Rosas esperaba, y por eso el presidente oriental
estaba desprevenido cuando le avisaron que el ejército de Oribe estaba a una
hora de marcha de su campamento. Otros autores niegan el episodio, posiblemente
contado a Saldías por un testigo presencial, tal vez alguno de los edecanes de
Rosas.
Tal vez por la falsa información de Mendeville, Rivera
eligió mal el campo de batalla. En las condiciones en que iba a luchar, debería
haber anulado la diferencia numérica eligiendo un campo estrecho. Pero eligió
un área bien abierta, donde la caballería pudiera maniobrar. Por otro lado,
tuvo que luchar prácticamente con el río Uruguay a su espalda, ya que el
gobernador Ferré había prohibido a sus fuerzas cruzarlo hacia el Uruguay, donde
Rivera hubiera tenido amplias ventajas.
Otro de sus errores fue dejar como reserva a la
caballería correntina, la única que mantenía alta la moral, ensoberbecida
después de Caaguazú.
En la mañana del 6 de septiembre, la caballería de
Rivera se lanzó al ataque, siendo inmediatamente contenida por la artillería e
infantería federales. El extremo derecho de la caballería federal, al mando del
coronel Ignacio Oribe (hermano del general en jefe), rodeó a los unitarios que
tenía enfrente, al mando del general Juan Pablo López, y apoyó el ataque del
ala derecha federal, compuesta por las fuerzas entrerrianas del general
Urquiza, gobernador de la provincia. Tras algunas indecisiones, el gobernador
entrerriano logró llevar de nuevo sus hombres al ataque. En sus filas figuraban
los futuros generales Miguel Galarza, José Miguel Galán y Ricardo López Jordán.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario