Ciudad en dictadura. Procesos urbanos en la ciudad de Buenos
Aires durante la última dictadura militar (1976-1983) (Resumen)
A partir del análisis de las intervenciones y
reglamentaciones más importantes desarrolladas tanto por el gobierno nacional
como por el gobierno municipal de la última dictadura militar argentina en la
Ciudad de Buenos Aires, se busca indagar los sentidos que adquieren estas
intervenciones, en qué medida pueden ser subsumidas a ciertos lineamientos
políticos y de qué modo éstos se enmarcan en los lineamientos más generales del
régimen militar. En este sentido, se profundizará en particular en el grado de
coherencia y homogeneidad de las intervenciones analizadas, considerando los
actores intervinientes, el sentido de las intervenciones y la dinámica político
institucional desarrollada.
Palabras clave: Ciudad de Buenos Aires, dictadura, procesos
urbanos, políticas urbanas.
El abordaje del período histórico abarcado por la última dictadura militar
argentina no está exento de complejidades[1]. A las dificultades de historizar un
período reciente se suman las características propias de la dictadura en tanto
herencia aún no procesada. Los principales ejes de análisis en los primeros
años posteriores a la dictadura se vinculaban fuertemente con aquellas
preocupaciones de la transición democrática: la herencia económica, la guerra
de Malvinas, la represión y la apertura democrática[2]. Ciertas cuestiones han sido
particularmente debatidas aunque no saldadas, como la interpretación del
terrorismo de estado y el rol de la sociedad a este respecto, las reformas
económicas y los objetivos del régimen entre otras cuestiones.
Si bien este texto se focalizará en el impacto urbano de la
última dictadura, se retomará la mirada político institucional sobre el régimen[3] discutiendo,
para el caso de las políticas urbanas, dos cuestiones relacionadas: la idea del
régimen militar por un lado como un poder monolítico y absoluto, sin fricciones
internas y por otra parte como dotado de una coherencia ideológica y una
voluntad teleológica de cumplir ciertos objetivos en áreas diversas. La
variedad y diversidad de intervenciones urbanas de la dictadura en la Ciudad de
Buenos Aires, y la multiplicidad de actores estatales intervinientes, con
lógicas diversas, suponen un impacto importante en el período dictatorial sobre
la ciudad, pero no homogéneo. La mirada atenta a la dinámica político
institucional evidencia que “antes que planes políticos diseñados por los
diversos protagonistas hay que pensar en términos de lógicas de acción
diferenciadas”[4] que en muchas oportunidades
resultarán confusas, ambiguas y contradictorias. A su vez, el cruce de lógicas
políticas contradictorias y las internas burocráticas cobran particular
visibilidad en lo urbano, ya que no son sólo las políticas específicamente
urbanas las que tienen efectos territoriales, sino también, y con particular
fuerza, ciertas medidas económicas y ciertas políticas sociales[5]. A esto se
suma la superposición de entes estatales de distintos niveles que inciden sobre
lo urbano, con lógicas diversas. Para el caso de Ciudad de Buenos Aires, tanto
la Nación a través de diversas reparticiones como el Gobierno local tienen
competencias que muchas veces se superponen o no están deslindadas con
claridad.
Como veremos más adelante, para la dimensión urbana, por un
lado existe un sentido común que entiende a la dictadura como un punto de quiebre
total y absoluto respecto a las políticas previas, por el otro, existen quienes
ven en la dictadura una articulación de continuidad (y culminación) de la
tradición modernizadora - planificadora. En este sentido, resulta útil retomar
perspectivas como las de Quiroga, Vezzetti y Palermo y Novaro[6] quienes además de “pensar a la
dictadura militar en clave política”[7] hacen énfasis en colocar a la
dictadura en la trama de sentido de la historia argentina, y no como algo
desvinculado de ella. En términos de Vezzetti[8], la última dictadura fue tanto una
irrupción como un desenlace, y siguiendo a Quiroga[9], el proceso adquiere sentido en la propia
lógica del sistema político argentino.
Políticas urbanas en dictadura: balances y perspectivas
Existe un acuerdo generalizado en el campo de los estudios
urbanos de que en los últimos cuarenta años la ciudad de Buenos Aires ha
sufrido profundas transformaciones. Esta percepción se condice con un proceso
internacional de transformación de las ciudades, la entrada en crisis de un
ciclo “expansivo” o “desarrollista” a partir de procesos como la
deslocalización industrial, el fin del crecimiento demográfico urbano por
migraciones, la proliferación de espacios insulares, las críticas al urbanismo
moderno y la emergencia de nuevas formas de intervenir en la ciudad[10]. Este
proceso de transformación urbana se vincula estrechamente con
reestructuraciones económicas y del rol del estado que se producen a un nivel
internacional. Estas reestructuraciones implican cambios en el rol económico de
las ciudades y cambios en el rol planificador propio del estado de bienestar,
particularmente visibles en el área de la planificación urbana. A su vez, en
relación con estas cuestiones pero atendiendo a sus propios tiempos y lógicas,
el universo del urbanismo ensaya para este período nuevas formas de pensar e
intervenir sobre la ciudad[11].
A partir de este acuerdo básico se presentan numerosas
discrepancias en cuanto al carácter y profundidad de estas transformaciones y
el momento en que comenzaron. En este marco, los procesos urbanos iniciados en
la dictadura militar o los efectos urbanos de muchas políticas de la dictadura,
son interpretados por muchos autores como un parte aguas respecto a las formas
de intervenir previamente en la ciudad.
Torres[12] identifica grandes períodos de
cambio económico, demográfico y social en los procesos de estructuración
espacial de la ciudad de Buenos Aires. Para este autor, 1980 constituye un
momento de cambio de las tendencias urbanas en varios sentidos. El contexto de
crisis estructural de la década del ochenta implica “nuevas estrategias para
superar la crisis en las que se privilegia lo local (el municipio, el barrio,
la manzana), lo operacional (emprendimientos que requieran pocas inversiones) y
lo gestionario (nuevos actores, grupos autogestionarios)”[13]. El contraste con el período anterior,
caracterizado por abundar en grandes planes no realizados, se da en la aplicación
real que tuvieron estos instrumentos. La periodización de Torres pretende
dar cuenta de grandes períodos socio-económicos que implicaron diversas
estructuraciones del espacio urbano, en este sentido su periodización no se
ajusta a las temporalidades políticas.
Liernur[14] realiza una periodización con
criterio no político, sino disciplinar. Sin embargo, a la hora de justificar el
corte 1960-1980, señala que este período se caracteriza porque el estado
funcionaba (a diferencia de lo que sucedió previamente y con posterioridad)
como el principal interlocutor de la arquitectura y de los arquitectos. Aún en
dictadura, el estado fue el protagonista de las transformaciones, funcionando quizás
por última vez como promotor de grandes obras y planes. En muchas
oportunidades, las transformaciones encaradas por el estado en el período
dictatorial, operaban en un sentido inverso a las tradicionales intervenciones
del estado benefactor, deviniendo estado destructor, pero aún en ese
carácter se mantenía como promotor principal de cambios.
Por su parte, Silvestri y Gorelik[15] consideran que es la década del
noventa la que configura una nueva época en la historia de la ciudad, mientras
que 1976 implica grietas y fisuras en ciertas cuestiones, procesos que
implicaron una articulación de continuidad y cambio. Así, si bien en algunos
sentidos la dictadura aportó a la conclusión del ciclo expansivo a través de
algunas políticas, los lineamientos principales del gobierno militar tendieron
a ocultar las consecuencias de este proceso, funcionando como un respirador
artificial para muchas de las características del ciclo progresista. Estos
autores señalan, junto con Liernur[16] la heterogeneidad en las ideas
arquitectónicas de las obras de la dictadura, alejándose de aquellas miradas
que pretenden equiparar ciertos lenguajes arquitectónicos a las coyunturas
políticas. Esto no quita que el gobierno dictatorial a nivel nacional y más
particularmente a nivel municipal tuvieran una imagen clara de ciudad. Así,
Oszlak, Silvestri y Gorelik y Liernur[17] analizan diversas dimensiones del
período, pero confluyen a la hora de señalar que la idea de una ciudad limpia,
en orden y eficiente atravesó todo el período dictatorial, y dio razón de
ser a diversas acciones en pos de blanquear la ciudad.
En esta misma lectura se ubican Pando et al[18] al
historizar la ciudad de Buenos Aires. Allí, ubican al período 1970-2001 como el
período de fin de la expansión que hasta ese momento se había desarrollado en
el contexto del Estado de Bienestar. Dentro de este fin de ciclo, la dictadura
se presenta como una articulación entre continuidad y cambio respecto al ciclo
progresista, con políticas que venían a continuar y materializar ideas previas
(el Código de Planeamiento, las Autopistas, la construcción de infraestructura,
etc.) y políticas que acentuaban los cambios más generales que venían
desarrollándose.
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