miércoles, 27 de noviembre de 2019

Ciudad en dictadura - Parte 1




Ciudad en dictadura. Procesos urbanos en la ciudad de Buenos Aires durante la última dictadura militar (1976-1983) (Resumen)

A partir del análisis de las intervenciones y reglamentaciones más importantes desarrolladas tanto por el gobierno nacional como por el gobierno municipal de la última dictadura militar argentina en la Ciudad de Buenos Aires, se busca indagar los sentidos que adquieren estas intervenciones, en qué medida pueden ser subsumidas a ciertos lineamientos políticos y de qué modo éstos se enmarcan en los lineamientos más generales del régimen militar. En este sentido, se profundizará en particular en el grado de coherencia y homogeneidad de las intervenciones analizadas, considerando los actores intervinientes, el sentido de las intervenciones y la dinámica político institucional desarrollada.
Palabras clave: Ciudad de Buenos Aires, dictadura, procesos urbanos, políticas urbanas.

El abordaje del período histórico abarcado por la última dictadura militar argentina no está exento de complejidades[1]. A las dificultades de historizar un período reciente se suman las características propias de la dictadura en tanto herencia aún no procesada. Los principales ejes de análisis en los primeros años posteriores a la dictadura se vinculaban fuertemente con aquellas preocupaciones de la transición democrática: la herencia económica, la guerra de Malvinas, la represión y la apertura democrática[2]. Ciertas cuestiones han sido particularmente debatidas aunque no saldadas, como la interpretación del terrorismo de estado y el rol de la sociedad a este respecto, las reformas económicas y los objetivos del régimen entre otras cuestiones.

Si bien este texto se focalizará en el impacto urbano de la última dictadura, se retomará la mirada político institucional sobre el régimen[3] discutiendo, para el caso de las políticas urbanas, dos cuestiones relacionadas: la idea del régimen militar por un lado como un poder monolítico y absoluto, sin fricciones internas y por otra parte como dotado de una coherencia ideológica y una voluntad teleológica de cumplir ciertos objetivos en áreas diversas. La variedad y diversidad de intervenciones urbanas de la dictadura en la Ciudad de Buenos Aires, y la multiplicidad de actores estatales intervinientes, con lógicas diversas, suponen un impacto importante en el período dictatorial sobre la ciudad, pero no homogéneo. La mirada atenta a la dinámica político institucional evidencia que “antes que planes políticos diseñados por los diversos protagonistas hay que pensar en términos de lógicas de acción diferenciadas”[4] que en muchas oportunidades resultarán confusas, ambiguas y contradictorias. A su vez, el cruce de lógicas políticas contradictorias y las internas burocráticas cobran particular visibilidad en lo urbano, ya que no son sólo las políticas específicamente urbanas las que tienen efectos territoriales, sino también, y con particular fuerza, ciertas medidas económicas y ciertas políticas sociales[5]. A esto se suma la superposición de entes estatales de distintos niveles que inciden sobre lo urbano, con lógicas diversas. Para el caso de Ciudad de Buenos Aires, tanto la Nación a través de diversas reparticiones como el Gobierno local tienen competencias que muchas veces se superponen o no están deslindadas con claridad.

Como veremos más adelante, para la dimensión urbana, por un lado existe un sentido común que entiende a la dictadura como un punto de quiebre total y absoluto respecto a las políticas previas, por el otro, existen quienes ven en la dictadura una articulación de continuidad (y culminación) de la tradición modernizadora - planificadora. En este sentido, resulta útil retomar perspectivas como las de Quiroga, Vezzetti y Palermo y Novaro[6] quienes además de “pensar a la dictadura militar en clave política”[7] hacen énfasis en colocar a la dictadura en la trama de sentido de la historia argentina, y no como algo desvinculado de ella. En términos de Vezzetti[8], la última dictadura fue tanto una irrupción como un desenlace, y siguiendo a Quiroga[9], el proceso adquiere sentido en la propia lógica del sistema político argentino.

Políticas urbanas en dictadura: balances y perspectivas

Existe un acuerdo generalizado en el campo de los estudios urbanos de que en los últimos cuarenta años la ciudad de Buenos Aires ha sufrido profundas transformaciones. Esta percepción se condice con un proceso internacional de transformación de las ciudades, la entrada en crisis de un ciclo “expansivo” o “desarrollista” a partir de procesos como la deslocalización industrial, el fin del crecimiento demográfico urbano por migraciones, la proliferación de espacios insulares, las críticas al urbanismo moderno y la emergencia de nuevas formas de intervenir en la ciudad[10]. Este proceso de transformación urbana se vincula estrechamente con reestructuraciones económicas y del rol del estado que se producen a un nivel internacional. Estas reestructuraciones implican cambios en el rol económico de las ciudades y cambios en el rol planificador propio del estado de bienestar, particularmente visibles en el área de la planificación urbana. A su vez, en relación con estas cuestiones pero atendiendo a sus propios tiempos y lógicas, el universo del urbanismo ensaya para este período nuevas formas de pensar e intervenir sobre la ciudad[11].

A partir de este acuerdo básico se presentan numerosas discrepancias en cuanto al carácter y profundidad de estas transformaciones y el momento en que comenzaron. En este marco, los procesos urbanos iniciados en la dictadura militar o los efectos urbanos de muchas políticas de la dictadura, son interpretados por muchos autores como un parte aguas respecto a las formas de intervenir previamente en la ciudad.

Torres[12] identifica grandes períodos de cambio económico, demográfico y social en los procesos de estructuración espacial de la ciudad de Buenos Aires. Para este autor, 1980 constituye un momento de cambio de las tendencias urbanas en varios sentidos. El contexto de crisis estructural de la década del ochenta implica “nuevas estrategias para superar la crisis en las que se privilegia lo local (el municipio, el barrio, la manzana), lo operacional (emprendimientos que requieran pocas inversiones) y lo gestionario (nuevos actores, grupos autogestionarios)”[13]. El contraste con el período anterior, caracterizado por abundar en grandes planes no realizados, se da en la aplicación real que tuvieron estos instrumentos. La periodización de Torres pretende dar cuenta de grandes períodos socio-económicos que implicaron diversas estructuraciones del espacio urbano, en este sentido su periodización no se ajusta a las temporalidades políticas.

Liernur[14] realiza una periodización con criterio no político, sino disciplinar. Sin embargo, a la hora de justificar el corte 1960-1980, señala que este período se caracteriza porque el estado funcionaba (a diferencia de lo que sucedió previamente y con posterioridad) como el principal interlocutor de la arquitectura y de los arquitectos. Aún en dictadura, el estado fue el protagonista de las transformaciones, funcionando quizás por última vez como promotor de grandes obras y planes. En muchas oportunidades, las transformaciones encaradas por el estado en el período dictatorial, operaban en un sentido inverso a las tradicionales intervenciones del estado benefactor, deviniendo estado destructor, pero aún en ese carácter se mantenía como promotor principal de cambios.
Por su parte, Silvestri y Gorelik[15] consideran que es la década del noventa la que configura una nueva época en la historia de la ciudad, mientras que 1976 implica grietas y fisuras en ciertas cuestiones, procesos que implicaron una articulación de continuidad y cambio. Así, si bien en algunos sentidos la dictadura aportó a la conclusión del ciclo expansivo a través de algunas políticas, los lineamientos principales del gobierno militar tendieron a ocultar las consecuencias de este proceso, funcionando como un respirador artificial para muchas de las características del ciclo progresista. Estos autores señalan, junto con Liernur[16] la heterogeneidad en las ideas arquitectónicas de las obras de la dictadura, alejándose de aquellas miradas que pretenden equiparar ciertos lenguajes arquitectónicos a las coyunturas políticas. Esto no quita que el gobierno dictatorial a nivel nacional y más particularmente a nivel municipal tuvieran una imagen clara de ciudad. Así, Oszlak, Silvestri y Gorelik y Liernur[17] analizan diversas dimensiones del período, pero confluyen a la hora de señalar que la idea de una ciudad limpia, en orden y  eficiente atravesó todo el período dictatorial, y dio razón de ser a diversas acciones en pos de blanquear la ciudad.

En esta misma lectura se ubican Pando et al[18] al historizar la ciudad de Buenos Aires. Allí, ubican al período 1970-2001 como el período de fin de la expansión que hasta ese momento se había desarrollado en el contexto del Estado de Bienestar. Dentro de este fin de ciclo, la dictadura se presenta como una articulación entre continuidad y cambio respecto al ciclo progresista, con políticas que venían a continuar y materializar ideas previas (el Código de Planeamiento, las Autopistas, la construcción de infraestructura, etc.) y políticas que acentuaban los cambios más generales que venían desarrollándose.


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