viernes, 3 de mayo de 2019

El Río de la Plata después de Mayo de 1810: el impacto económico y social de la Revolución - Parte 2


Por otro lado, la revolución en la América hispana fue extremadamente problemática. Los primeros pasos  hacia la revolución se llevaron a cabo pacíficamente en los cabildos, y especialmente en su forma más inclusiva que fueron los cabildos abiertos, los cuales establecieron las juntas que reemplazaron a las autoridades designadas por el gobierno español. Así sucedió en Caracas en abril de 1810, en Buenos Aires el 25 de mayo, y en Santiago de Chile el 18 de septiembre. Las autoridades coloniales se inclinaron ante las nuevas autoridades. 

En Buenos Aires, el virrey primero aprobó la reunión del cabildo abierto y luego apareció encabezando la junta que finalmente fue rechazada. En Chile la junta fue presidida por el mismo oficial al que se reemplazaba, aunque con otro carácter: el Conde de la Conquista, que era el gobernador interino designado por la Audiencia.  De tal manera, se hizo todo lo posible para preservar algún vestigio de legitimidad, y esto no resulta sorpresivo si tenemos en cuenta que los revolucionarios eran abogados, oficiales y comerciantes prósperos que se habían visto forzados a convertirse en oficiales militares. Lo que menos querían estos revolucionarios era el caos y la anarquía típica de las revoluciones. Por otra parte, la revolución en América del Sur se inició como una revuelta de una elite contra otra, la de los criollos blancos contra los españoles peninsulares por tener intereses opuestos, pero en los catorce años que llevó la guerra de la Independencia hubo otros factores que entraron a jugar en el proceso -la oposición de absolutismo y liberalismo, la evolución del proceso económico iniciado con la revolución perjudicial para algunas regiones, etc. que llevaron a reacciones y contrarreacciones y produjeron situaciones peculiares, como el caso de militares nacidos en América que lucharon para el ejército español. 

Las autoridades revolucionarias además no lograron atraer automáticamente la lealtad de sus subordinados. En una primera instancia Chile fue la excepción: en 1810 la revolución no encontró oposición allí. Pero en el Río de la Plata  la situación fue muy diferente. En el capítulo siguiente se verá la costosa acción militar que debieron emprender los sucesivos gobiernos de Buenos Aires para consolidar su autoridad, aunque con poco resultado en las regiones más alejadas. 

Por cierto debe señalarse también que hubo importantes divisiones dentro del movimiento revolucionario. Por ejemplo en Buenos Aires la Primera Junta fue presidida por el moderado Cornelio Saavedra, un próspero comerciante boliviano convertido en militar y que estaba en desacuerdo con el secretario del cuerpo, Mariano Moreno. Este era un abogado relativamente radicalizado cuya influencia crecía. Saavedra comenzó a tener mayor protagonismo por ser a la vez presidente de la Junta y jefe del regimiento de Patricios, lo que le generó cierta oposición. Moreno, por su parte, quería imitar a la Francia revolucionaria, un proyecto que gozaba de escasas perspectivas de éxito. Cuando la Junta, que sólo representaba a Buenos Aires, fue forzada a expandirse para permitir la representación a los cabildos del Interior, creció el poder de los conservadores y Moreno se vio obligado a renunciar. Los conservadores partidarios de Saavedra dominaron en la Junta Grande, pero fueron forzados a tomar medidas extremas contra elementos que eran aún más conservadores. 

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