Se cumplieron ayer 84 años del primer gobierno de facto que
inauguró una etapa de 53 años “de constante intervención de la vida política e
institucional del país por las FF.AA.”. Lo dice Hernán Camarero, profesor de la
UBA. Sostiene que, desde entonces, los militares se convirtieron en
canalizadores de “las facciones más orgánicas de la clase dominante”.
Hernán Camarero es profesor titular en la materia Historia
Argentina III de la Universidad de Buenos Aires. Es investigador independiente
del Conicet y se especializa en historia social y política de la Argentina
contemporánea. En esta entrevista repasa los hechos que llevaron al golpe de
Estado del 6 de septiembre de 1930, encabezado por José Félix Uriburu, que
derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, de la UCR. Cuáles fueron sus
consecuencias, el papel de la justicia y la Corte Suprema y su influencia en
las siguientes dictaduras.
-¿Cómo se gestó y llevó a cabo el golpe de 1930?
-La idea del golpe ya se planteaba en los dos meses
anteriores. La oficialidad del Ejército quería desplazar a Yrigoyen. Desde
fines de 1929 había una profunda crisis económica que se profundizó en 1930. La
crisis social derivó en crisis política. Había signos de debilidad y
empantanamiento muy claros. En marzo el gobierno se paralizó por las elecciones
legislativas: si bien la UCR conservó muchos votos y se aseguró ser la primera
fuerza, si se contrasta 1930 con 1928 se observa un derrumbe electoral. La
oposición tomó la iniciativa política, junto a las entidades corporativas. El
golpe es preparado con anticipación: se discute en las Fuerzas Armadas y el
gobierno lo sabe. Por eso unos días antes Yrigoyen fue a una cena de
camaradería.
Quiere tener contacto directo con los oficiales, pero fracasó y
los hechos se precipitaron. El golpe lo hicieron los cadetes. Esa fuerza débil,
ingenua, no muy bien armada ni entrenada, fue la que formalmente ocupó la
Rosada y depuso al gobierno.
-¿Yrigoyen estaba viejo para gobernar?
-El sistema político argentino según la Constitución de 1853
plantea un Ejecutivo bien presidencialista: eso tiende a la personalización y
concentración del poder en esa figura. En un momento de fortaleza de su imagen
pública, cuando cuenta con la iniciativa política, eso le da consistencia, pero
en la debilidad se proyecta en su propia figura. Por eso las crisis políticas
tienden a personalizarse. Yrigoyen en el ’30 no era tanto más viejo que en el
’28. Igual se decía que era un anciano, que no podía darse cuenta de la crisis.
Esa idea se usó mucho en abril y mayo en los medios hostiles como el diario
Crítica. Aquella leyenda del diario hecho con noticias buenas no está
comprobada, pero la versión tenía credibilidad y con eso debemos quedarnos: se
planteaba que al presidente lo rodeaba un círculo que lo mantenía fuera de la
realidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario