Durante largo tiempo la suerte de la lucha permanece en suspenso. Las fuerzas de Quiroga no parecen haber sido derrotadas el día anterior, tan elevada es su moral. Pero, a medida que transcurre el tiempo, el panorama cambia.
"Empeñado, según he dicho, el fuego del modo más terrible, empezó al fin a flaquear por parte del enemigo y a triunfar la pericia, ya que no la bravura de nuestros soldados, porque sea dicho en honor de la verdad, los de Quiroga se condujeron del modo más bizarro. Vencidos, perseguidos, acosados por todas partes, arrinconados en las quiebras del terreno, se defendían con la rabia de la desesperación; hubo hombres que, inutilizadas sus armas, las arrojaban y tomaban piedras para defenderse individualmente; y uno de nuestros jefes, experimentado en las guerras de la Independencia, me dijo con este motivo: "Me he batido con tropas más aguerridas, más disciplinadas, más instruidas; pero más valientes, jamás".
"La victoria fue completa. La artillería fue tomada como también toda la infantería que no murió con las armas en la mano. En el campo quedaban más de mil cadáveres enemigos, incluso los de la tarde anterior, que eran la cuarta parte de su fuerza. Mortandad enorme en proporción al número de los combatientes. Además, teníamos como quinientos prisioneros, entre ellos varios jefes y oficiales".
"Quiroga, al fin, despechado, huyó con un grupo de caballería, siempre perseguido por los mismos. Yo, siguiendo sus movimientos, fui a encontrarme con el coronel Lamadrid a dos leguas del campo de batalla, en un terreno sumamente escabroso y cubierto de ese bosque bajo y espinoso que tanto abunda en los alrededores de Córdoba. Era incierta la senda que había seguido el general enemigo, pero del todo probable que llevaba la dirección de la sierra, que lo conducía también a La Rioja".
A pesar de todos estos elogios sobre la bravura del adversario, ese mismo día, quizá en represalia por las ejecuciones de Facundo en Río Cuarto, Paz manda fusilar algunos oficiales prisioneros, sobre el mismo campo de batalla.
En sus Memorias, el general Paz trata de justificar este hecho, alegando que sólo se entera de él cuando los prisioneros ya han sido pasados por las armas. Pero, en otro pasaje del mismo documento manifiesta que es una represalia que sus tropas exigen en términos perentorios. Aunque no único en las guerras civiles, es un hecho lamentable.
De acuerdo con lo que el propio general Paz confiesa en sus "Memorias`, la suerte de Facundo Quiroga no se ha jugado precisamente en la batalla de "La Tablada", sino en un indefinible conjunto de circunstancias vinculadas a ella. No la ha perdido Facundo con sus torpezas; tampoco la ganó Paz con la precisión de los movimientos dispuestos para los cuerpos militares bajo su mando.
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