Las brevas maduran, y el tiempo llega cuando, el 14 de Mayo de 1810, el barco de guerra inglés Mistletoe arriba a Buenos Aires, trayendo impresos con informaciones de Cádiz fechadas el 4 de Febrero; ellas confirman categóricamente los rumores que ya circulaban con profusión en el Río de la Plata.
Pero, además, llega con la nave británica la noticia de que el día anterior, 13 de Mayo, ha anclado en Montevideo la fragata británica Juan Paris, con informes más actualizados. De este modo, se sabe en Buenos Aires que los franceses están ya muy próximos a Cádiz, que la Junta Suprema ha sido disuelta y que se ultiman los preparativos para el inmediato tramado del gobierno a la isla de León. “El martes 15 de Mayo - anota un testigo en su Diario- reventó la explosión esperada por tanto tiempo". Una diputación militar se apersona ese día a Cisneros y le concede plazo de dos horas para que confirme o rectifique lo que todo Buenos Aires sabe. El virrey, aunque se toma más tiempo, no puede ya ocultar los desastres del reino, y se ve obligado a ordenar la publicación de las noticias sobre la guerra de España, que pocos días antes habían llegado a bordo de los dos barcos ingleses.
3. La "Legión Infernal"
21 de Mayo de 1810. A las 9 de la mañana se reúne el Cabildo, e inicia sus trabajos con la rutina habitual, pero al poco rato debe interrumpirlos. La Plaza de la Victoria está ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales, que ostentan en el sombrero un retrato de Fernando VII y en el ojal de la chaqueta una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. La multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, grita airada que se llame a Cabildo abierto y se destituya a Cisneros.
El escándalo que produce esta Legión Infernal - tal es su lema - causa alarma entre los cabildantes, que se apresuran a solicitar del Virrey que autorice la convocatoria; al oficio formal se agrega un pedido verbal de que la respuesta fuese urgente y afirmativa. Rápidamente, Cisneros borronea la autorización requerida y, mientras los delegados del Cabildo entran a la sala para entregarla, otro cabildante corre en busca de Saavedra con el ruego de que ponga orden en la plaza. La salida de este emisario es advertida por los manifestantes, que reclaman a gritos la presencia del Síndico para que se les informe si el Virrey ha accedido a la convocatoria a Cabildo abierto.
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