Es indudable que, al tiempo de la invasión napoleónica en
España, el joven capitán de Regimiento de Infantería Voluntarios de Campo
Mayor, José Francisco de San Martín, había llegado a suscitar alguna
consideración por sus dotes profesionales, sin contar la forma poco usual de
sus primeros ascensos durante la campaña del Rosellón y la distinción que el
general Solano le dispensara con su confianza hasta su trágico asesinato en
Cádiz. San Martín fue incorporado con su regimiento, al ejército que el general
Francisco Javier Castaños reunía en Carmona y Utrera para hostilizar a los
franceses que, al mando de Dupont avanzaban hacia Sevilla casi sin oposición y
entrando a saco en las poblaciones indefensas. Castaños, que se pronunciara por
la patria desde el primer momento al frente de sus fuerzas, no muy numerosas
que bloqueaban Gibraltar, iba aumentando sus efectivos con cuerpos aislados y
algunos de nueva creación. En la vanguardia, puesta bajo las ordenes del
marques de Coupigny, se formó una división volante cuya jefatura se confió al
teniente coronel Juan de la Cruz Mourgeon, el mismo en cuya casa se había
refugiado San Martín cuando el asesinato de Solano. Habría de ser por esa
confianza que San Martín le inspirara, que Mourgeon lo nombró su jefe de
vanguardia.
Mientras Castaños ultimaba en Utrera la organización del
Ejército de Andalucía, Coupigny, que tenía el cuartel general en Carmona,
hostilizaba a los franceses hasta que Dupont se recogió en Andújar. En la
madrugada del 23 de junio de 1808 San Martín, que marchaba en descubierta al
frente de su vanguardia, se topó con una partida enemiga en la posta de Santa
Cecilia: "Pese a tener fuerzas menores, se lanzó al ataque desbaratando
por completo a los imperiales, que dejaron en el campo a 17 dragones muertos y
4 heridos, luego hechos prisioneros.
Un solo soldado herido fue la pérdida
española, habiendo peligrado la vida del jefe vencedor," salvado por un
Juan de Dios, cazador de los Húsares de Olivenza;" es todo lo que dice el
parte redactado por Mourgeon e Arjonilla, de lo cual toma su nombre este
combate. Por hazaña se le debió de tener, pues no se escatimaron las
recompensas: San Martín fue hecho ayudante primero de su regimiento; se acordó
a la tropa un escudo en dinero a cada uno y la "Gaceta Ministerial de
Sevilla" dio noticias del triunfo con exultante énfasis diciendo:
"Los que huyen de esta manera son los vencedores de Jena y
Austerlitz", imprimiéndose un edicto que se fijó en las paredes para darle
gran publicidad.
Se evidencia la importancia dada al hecho pues el marques de
Coupigny llamó a San Martín a su lado como ayudante de campo. El destino del
futuro Libertador quedó unido a la suerte de este jefe hasta el último día de
su carrera bajo el pabellón español. El 27 de junio el ejercito de Castaños
inicio la marcha en dirección a Córdoba por la margen izquierda del
Guadalquivir.
En Porcuna se le unió el Ejercito de Granada, estableciéndose una
nueva organización: la vanguardia de Coupigny quedó convertida en segunda
división; la primera fue puesta bajo el mando del Mariscal Teodoro Reding, la
tercera del mariscal Jones y la cuarta o reserva, con la dirección del general
de La Pena. Mourgeon, con su división de montaña, el alcalde de Granada con una
partida de irregulares y el conde de Valdecaria - conocedor de la región-
debían cuidar los flancos.
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