(De Ricardo Ostuni)
La tradición quiere que un antiguo poblador ribereño le haya
legado el nombre. La revista Fray Mocho publicó en 1912 la
fotografía de un centenario ombú sombreando el rancho del Viejo Vega a
las orillas del arisco arroyo, conocido también como San Martín y Blanco
Encalada. En el plano de Buenos Aires publicado por Adolfo Sourdeaux en 1850
aparece trazado el curso del Vega: nace en la zona de La Paternal por la
convergencia de diversos zanjones de desagüe de Villa Urquiza, Belgrano y
Chacarita; atraviesa en diagonal las actuales calles Chorroarín y Donato
Álvarez hasta Holmberg; allí tuerce hacia Juramento en dirección de Estomba por
donde zigzaguea hasta Mendoza y Superí. En este cruce su cauce retoma por
Juramento hasta Conde y luego, en sesgo, hasta Freire y Echeverría desde donde
regresa en dirección de Blanco Encalada. De allí sigue una línea más o menos
recta hasta Húsares y Monroe para desembocar en el Río de la Plata, al norte de la
Ciudad Universitaria, por cinco salidas de 4,80 metros de altura. Su
cuenca tributaria abarca unas1.600 hectáreas.
A cauce abierto fue un arroyo peligroso por sus desbordes,
que solían arrastrarlo todo a su paso. En 1869, la Corporación Municipal aprobó
la apertura de una zanja que permitiera dar la salida a las pestilentes aguas
estancadas luego de las inundaciones. Recién quince años más tarde se dispuso
nivelar el terreno y practicar desagües a lo largo de su recorrido, tarea que
estuvo a cargo del ingeniero Armando Saint-Yves.
En las memorias del intendente
Bollini (1890/92) puede leerse sobre el primer intento de canalización que no
llegó a concretarse: “…me di cuenta del peligro que para el lugar y para
las aguas corrientes ofrecía el Arroyo Vega que desemboca en el río a corta
distancia del punto de toma. Concreto es su malísimo estado, causado por el
desagüe de las fábricas instaladas en el Bajo Belgrano. Pretendí llevar a cabo
la canalización, para nivelar y facilitar su desagüe pues por él corren las aguas
pluviales de una gran extensión de la Capital de la parte limítrofe de la
Provincia de Buenos Aires.
Como no se entregara por el gobierno la draga
solicitada, nada se hizo. Ordené enseguida se cortasen los caños de las
fábricas y se desconoció la medida pues no existe ley en qué apoyarla… A pesar
del tiempo transcurrido, de mis reiterados pedidos y de las quejas del
vecindario, nada se ha resuelto que no sean consejos y recriminaciones de la
Municipalidad que es la primera que ha hecho notar el peligro para el
vecindario y que nada hacen por falta de autoridad…”
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