Pero, producida la derrota de los ingleses, y rendidos sus
jefes y hechas prisioneras sus unidades militares, nuestros hombres capturaron
un excelente botín de guerra, lo cual dio origen a que en el virreinato, los
criollos, y fundamentalmente la
Legión de Patricios, pudieran contar con las primeras armas
de fuego realmente efectivas. Entre las capturadas, se encuentra nuestro
primer fusil de uso militar en mano de unidades formadas por hijos del
país. Este es el fusil de chispa Brown-Bess. Aquí conviene aclarar
el error popular que hace que a esta arma se la denomine “Tower”, porque en su
platina derecha se hallan grabadas una corona y la palabra Tower. Pero
aquí radica el error de la denominación, porque en Inglaterra todas las armas
militares eran propiedad del rey, de ahí la corona, e ingresaban al arsenal
real, que era la Torre
de Londres, cualesquiera fueran su marca o el origen de su fabricación.
Este fusil Brown-Bess tuvo para nosotros el inconveniente de
que no poseíamos el elemento más importante que necesitaba su sistema de fuego,
y que consistía en una piedra que se colocaba en lo que hoy se llamaría
“percutor”, que se denomina pedernal.
Esta dificultad subsistió a través del tiempo, y es la que,
alcanzada nuestra libertad, y en las luchas empeñadas para consolidarla, hace
decir a Belgrano en Tucumán, en documento dirigido al Primer Triunvirato, que
los fusiles allí fabricados se le doblaban al primer disparo y además, carecían
de su elemento más valioso, el pedernal, sin el cual estas armas eran prácticamente
inservibles, reclamando a Buenos Aires su pronto envío.
En resumen, el arma más importante que pudimos utilizar, y
con la cual enfrentamos a los bien pertrechados y disciplinados soldados
invasores, fue el coraje. El coraje hizo que ofreciéramos resistencia a
sus modernas armas, pues el 95% de los “riflemen” utilizaban el “Baker”,
modernísimo rifle para la época, puesto que era de ánima rayada.
Pocas eran las armas de combate que poseíamos en la época
del virreinato, y ello se debía a que los españoles no les interesaba mucho que
las poseyéramos.
El almirante Destéfani, al referirse a este tema en su obra
ya citada, contabiliza, en la época posterior a la primera invasión inglesa y
los preparativos para la
Defensa , sólo “3.661 fusiles entre los españoles y los
tomados a los ingleses”.
Saavedra, que pasa a ser el comandante de la Legión de Patricios,
criollos veteranos de las invasiones, es el receptor para su unidad, de la
potencia de fuego que nos habían dejado los ingleses, decidiendo por ello a
nuestro favor la Revolución
de Mayo.
Para corroborar la escasez de armas existente, basta
con tomar en cuenta el bando militar número 2, firmado por Cornelio Saavedra,
Mariano Moreno, y todos los integrantes de la Primera Junta el 28
de mayo de 1810, en el que, para poder armar a los nuevos regimientos criollos,
se manda requisar a todos los vecinos propietarios de armas, sean éstas blancas
o de fuego. Como la mayoría de aquéllas se encontraban en manos de
españoles, por pertenecer las mismas al Rey, la Junta ordena y manda que
todo particular que tenga uno o más fusiles, pistolas, sables o espadas, los
entregue a la Comandancia
de Armas, dentro de un muy perentorio plazo de cuatro días, pasados los cuales
se castigaría a quienes así no lo hicieran. También ofrece una
gratificación del orden de cuatro pesos por fusil, dos por pistola y uno por
arma blanca, sea ésta sable o espada.
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