En una extensa charla con Tiempo Argentino en su
departamento de La Boca, este antiguo y desilusionado militante del Partido
Comunista, exiliado en Brasil durante la última dictadura, desafió aquel
precepto arcaico que sostiene que los historiadores sólo están para hablar del
pasado y tocó todo tipo de temas: desde la Guerra del Paraguay, pasando por la
actualidad latinoamericana y los abusos del sistema capitalista, hasta los
debates historiográficos que se dan fuera y dentro de la academia. De formación
intelectual marxista, pero influenciado por varias corrientes ideológicas,
Pomer no se para en ninguna de las veredas impuestas por historiadores
profesionales y divulgadores. Pero, aclara, le encanta que la historia salga de
las bibliotecas y se haga cada vez más masiva.
–¿Cuándo comenzó a interesarse por la historia?
–Cuando era muy chiquito, mi viejo me sentaba en las
rodillas y me leía cuentos de historia para niños, en una colección que venía
de España. Para él, el libro era una cosa sagrada. Yo creo que ahí arranca la
cosa. Después, a los 16 años comencé a escribir en revistas estudiantiles. Pero
recién en el '68 aparece mi primera publicación importante: La Guerra del
Paraguay: ¡Gran negocio!
–¿Qué historiadores leía en esa época?
–Mi influencia proviene de múltiples lecturas. Yo tengo
una formación marxista, pero no pertenezco a ninguna escuela historiográfica
particular, y con el correr de los años fui acumulando influencias de muchos
autores. Por ejemplo, Bourdieu, Foucault, Mariátegui, con su americanismo. Una
reivindicación en la que coincide con Jaureteche, en el sentido de pensar con
conceptos que reflejen nuestra realidad, que no sean prestados de Europa.
–¿Una especie de marxismo latinoamericanista?
–Abelardo Ramos, que era un gran constructor de frases,
hablaba de un "marxismo de indias". Mariátegui reivindicaba el valor
de las comunidades, de las antiguas civilizaciones, y reivindicaba sus modos de
vida, mucho más humanos que los del capitalismo. Por otro lado, nunca fui
revisionista. Entiendo que el papel del revisionismo ha sido muy importante,
pero es una corriente con un amplio abanico ideológico y una de sus
características, en muchos casos, es que hay escasa rigurosidad. Por ejemplo,
José María Rosa citaba de memoria y se equivocaba. El trabajo de archivo, en
cambio, es un trabajo pesado, aburrido y sucio.
–¿Por qué se interesó por la Guerra del Paraguay?
–A los 35 años, con un amigo viajamos a Paraguay, a Villa
Encarnación. Cuando llegamos a Asunción conocimos a Juan O'Leary, un
revisionista histórico paraguayo, de 90 años, muy bien erguido y con buena
memoria. Él nos empieza a hablar de la Guerra Guasu, como le dicen ellos, y me
dejó muy intrigado.
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