Mantendrá ardientes polémicas con
Sarmiento en torno a Urquiza, a quien decide brindarle todo su apoyo. El
gobierno de Paraná lo nombra "Encargado de negocios de la Confederación
Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y
España. El 15 de abril de 1855 partió hacia Europa. Visitó los Estados Unidos,
donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce y luego viajó a Gran
Bretaña, donde conoció a la reina Victoria. Finalmente llegó a París para
quedarse por 24 años. Regularizó las relaciones con el Vaticano y
consiguió el reconocimiento de nuestra independencia por la reina Isabel II de
España.
Tras la derrota de Urquiza en
Pavón Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano
Balcarce. Hacía dos años que no cobraba su sueldo y el nuevo gobierno se negaba
a pagarle le adeudado y mucho menos a costear su viaje de regreso. Comentó
entonces: "el mitrismo es el rosismo cambiado de traje".
Tuvo que quedarse en París. Sus
únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile.
Durante la Guerra de la Triple
Alianza, Alberdi, como José Hernández y Guido Spano, apoyará
decididamente la causa paraguaya y acusará a Mitre de llevar adelante una
"Guerra de la Triple Infamia" contra un pueblo progresista y
moderno. Bajo la profunda impresión que lo produjo el conflicto publicó
en 1872 El Crimen de la Guerra, uno de los más notables alegatos
antibelicistas que se hayan escrito, que cobra hoy, en el mundo de la “guerra
preventiva” una notable actualidad. "De la guerra es nacido el
gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al
derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea
fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo.(…) El ‘derecho de la
guerra’, es decir, el derecho del homicidio del incendio, de la devastación en
la más grande escala posible. (…) Estos actos son crímenes por las leyes de
todos los países del mundo. La guerra los sanciona y los convierte en
actos honestos y legítimos, viniendo a ser la guerra el derecho del crimen. (…)
El castigo de los gobernantes que han provocado y comenzado la guerra, como
reparación de su crimen de lesa humanidad, sería más justo y más eficaz como
medio de prevenir su repetición, que lo serán jamás las indemnizaciones
pecuniarias que, debilitando al pueblo, afirman y robustecen el poder de los
opresores”. 2
2 Juan Bautista Alberdi, El
Crimen de la Guerra, Buenos Aires, Editorial Sopena Argentina, 1957.
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