El Director Supremo José Rondeau, que caía bajo el anatema de los jefes federales, por pertenecer al partido directorial unitario, salió de la capital con algunas fuerzas, bajo los auspicios tristes de una situación que hacía desesperar a sus mismos partidarios. El día 1º de febrero de 1820 se encontró con el ejército federal sobre la Cañada de Cepeda, y fue completamente derrotado. Tan sólo se salvó la infantería y la artillería a las órdenes del general Juan Ramón Balcarce. (1) A consecuencia de este descalabro, la suerte de las autoridades nacionales quedó a merced de los caudillos victoriosos; de manera que el Congreso que había declarado la Independencia en 1816, no pudo menos que declararse en receso y abdicar su autoridad en el Presidente del Cabildo de Buenos Aires, a quien había nombrado Director sustituto el 31 de enero.
Inmediatamente el jefe del Ejército Federal dirigió al Cabildo una nota en la que invocando las aspiraciones de los pueblos cuya representación asumía, arrojaba tremendos cargos contra el Gobierno del Directorio, y dejaba ver que si no caían todos los hombres que habían pertenecido al partido de Pueyrredón o directorial, no pararía sus marchas hasta llegar a la plaza principal de Buenos Aires. En vano muchos hombres resueltos tentaron apoyarse en el Ayuntamiento, para que éste provocase una reacción favorable en el cabildo abierto, a que se convocó al pueblo con motivo de la intimación del jefe federal. (2)
El Ayuntamiento, bajo la doble presión de los sucesos y de los principales corifeos federales de la ciudad, se apresuró a diputar una comisión cerca de Ramírez para que arreglase “las bases de una transacción que restituya la paz, conviniendo con los votos del señor general del ejército federal, expresados en su oficio de 2 del corriente”. (3)
El general del ejército federal reiteró sus votos al general Miguel Estanislao Soler, jefe del ejército exterior de Buenos Aires y de una de las fracciones federales de esta ciudad. Y fue Soler quien dio el golpe de gracia al orden gubernativo que había imperado en la primera década de la revolución, intimando, a nombre de las conveniencias invocadas por los jefes del ejército federal, la disolución del Congreso y el cese del Directorio de las Provincias Unidas. El 11 de febrero el Cabildo reasumió el mando de Buenos Aires… “Habiendo el Soberano Congreso y Supremo Director del Estado, dice el bando del Cabildo, penetrádose de los deseos generales de las provincias sobre las nuevas formas de asociación que apetecen, en los que ambas autoridades están muy distantes de violentar la voluntad de los pueblos….etc.”
El Cabildo comunicó esta resolución a las provincias, declarando que quedaban libres para regirse por sus propias autoridades hasta que un nuevo congreso reglase sus relaciones entre sí. Al día siguiente, el 12, convocó al pueblo a elección de doce representantes para que nombrasen el gobernador de la nueva provincia federal. Estos se constituyeron en junta electoral y ejecutiva al mismo tiempo, iniciando por primera vez en la República el desenvolvimiento del gobierno representativo, sobre la base de las instituciones provinciales coexistentes.
La anarquía que ahogó Pueyrredón más de una vez para poder llevar a cabo la obra de la emancipación argentina en sus tres años de gobierno, (4) se desató furiosa en Buenos Aires a partir de ese momento, en que las facciones federales que habían venido medrando, se encontraron frente a frente, en una escena nueva para ellas y sin más aspiración por el momento que la de posesionarse del Gobierno de la Provincia. Los partidarios de Soler tenían para sí que este general sería nombrado gobernador. Empero, Sarratea que había esperado con Alvear desde Montevideo el desenvolvimiento de los sucesos, se anticipó a bajar a Buenos Aires. Una vez aquí, trabajó por su propia candidatura, a pesar de lo convenido con Alvear. (5) Sea que ganase a los representantes con su habilidad característica, o que despertase más confianza y menos resistencia que Alvear y Soler respectivamente, el hecho es que Sarratea fue nombrado gobernador provisorio de la provincia de Buenos Aires. Y a fuer de hábil, Sarratea paró por el momento el golpe que podía asestarle el general Soler, renovando el Cabildo con adictos de este último.
Referencias
(1) Parte el general Balcarce, desde su cuartel general en San Nicolás, y documentos correlativos publicados en La Gaceta del 7 y 8 de febrero.
(2) “Yo era muy joven entonces, fogoso y exaltado en mi patriotismo”, dice el general Lucio Norberto Mansilla, refiriéndose a este día, en la “Memoria póstuma”. “Un número considerable de jefes de mayor graduación que la mía, me designó para ir al cabildo abierto a pedir, a nombre de los que me habían elegido y de muchos otros jefes y oficiales residentes en la capital, que se nos diera un fusil para defender la patria amenazada por la insolente intimación de los caudillos vencedores en Cepeda. Me presenté arrogante en la sala capitular, pero esa corporación, sobrecogida, dominada por el terror, estaba decidida a ceder a todo; y se irritó ante mi pedido, más aún, trató de prenderme, clasificando de anárquico el acto más noble de un jefe patriota. Salvé de ser preso; y recordando que había tenido relaciones íntimas en Chile con la familia de Carrera, monté a caballo en busca del ejército vencedor, con el fin de evitar, si me era posible, su entrada en la ciudad. Más afuera del Pilar encontré a Carrera, López y Ramírez que se disponían a marchar al puente de Márquez a tratar con el general Soler, que al mando de una fuerza de la capital, los había invitado a un arreglo, etc., etc., etc….”
(3) Oficio del Cabildo, de 8 de febrero de 1820.
(4) Exposición del general Pueyrredón (21 de julio de 1817), y Memoria del mismo, después de haberse retirado del mando supremo (9 de agosto de 1819).
(5) Memoria póstuma del general Mansilla.
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