¿Cómo, cuándo, por qué, quiénes? La "Revolución Argentina" triunfó en muy pocas horas, sin aparatosidades, sin el empleo de la fuerza. En apariencia todo se redujo a dos o tres comunicados y una entrevista con él presidente Illia. Pero la historia de la "Revolución Argentina" es otra, muy larga y vasta, que no se reduce a ese desenlace de pocas horas durante las cuales se concretó sin que nada ni nadie se le opusiera, pues para llegar a ese final sencillo, rápido y pacífico (estudiado para demostrar que se "llenaba un vacío de poder" y no que se lo derribaba) fueron necesarios meses de polémicas conversaciones, de arduos trabajos, de planeamientos operativos castrense y políticos; infinidad de contactos y sondeos entre jefes y oficiales, a los que había que convencer con argumentos sólidos y definidos que demostraran que esta vez sí lo que se planeaba no sería un golpe más, sino una revolución; que ésta no sería parcial, de sectores sino "Argentina", nacional. De "afuera" todo parece muy sencillo. Hay quienes creen que basta con que el comandante en jefe de una orden para que el presidente sea derribado.
Están completamente equivocados. La verticalidad de los mandos es una realidad, pero también lo es que oficiales y jefes no son tan irresponsables como para ejecutar sin pensar una orden que en definitiva tiene alcances no profesionales sino políticos. También están equivocados quienes creen que no hubo resistencia. Sí las hubo, pero tan pésimamente utilizada que ella resultó inocua. Los lectores de ATLÁNTIDA ya conocen todos estos entretelones y motivaciones que nos condujeron al desenlace del 27-28 de junio. Hace dos meses se lo habíamos anticipado, pero lo que no conocen son las respuestas a los interrogantes del comienzo y que son el argumento serio y real que motivó la revolución y fijó su planeamiento, desarrollo y concreción. Esto es lo que, hoy usted encontrará aquí, en está objetiva nota que demandó el esfuerzo de todo un equipo que luchó contra el tiempo en todos los frentes: por el escaso tiempo que había y porque los hechos son muy recientes para que los actores se explayen al respecto.
Ejército azul y gobierno colorado
Ejército azul y gobierno colorado
Es imposible definir el momento preciso que; una revolución toma cuerpo. También lo es en este caso, y mucho más si se tiene en cuenta que, como se verá en el desarrollo de esta investigación exclusiva, este movimiento que sus protagonistas han dado en llamar "Revolución Argentina" nació fundamentalmente entre un particularizado grupo de altos oficiales del Ejército. Si aún para sus propulsores es imposible determinar la fecha precisa en la cual se decidió realizar la revolución, hay empero todo un Contexto de hechos y situaciones que permite ir descifrando la incógnita.
Cuando Arturo Illia llegó al poder en 1963 se encontró con un Ejército que, después de dos cruentos enfrentamientos de ese año y el anterior, se había ordenado bajo los principios de verticalidad y profesionalidad.
Pero, al mismo tiempo, se encontró con un triunfante Ejército "azul"; y él pertenecía a un partido político que había jugado siempre a ''colorado" y cuyos contactos y compromisos militares también eran "colorados". Aun cuando la nueva idiosincrasia del Ejército impidió que se originaran los frecuentes planteos de épocas anteriores, sordas desinteligencias se suscitaron desde un primer momento entre Gobierno y Fuerzas Armadas, fundamentalmente con Ejército, y en segundo lugar con Aeronáutica. Fue con esta arma con la que Arturo Illia tuvo el primer problema al pretender el secretario de Aeronáutica designado por Illia —el comodoro Cairó, un oficial de origen'"colorado"— reincorporar a oficiales dados de baja un año antes. Ante la crisis que esto provocó, Illia debió solicitar la renuncia de Cairó, y el gobierne radical, que en otras épocas había mantenido permanentes contactos con sectores militares, prefirió desarrollar de ahí en adelante una acción totalmente incomunicada del Ejército "azul", designando como único puente de unión al ministro de Defensa, Leopoldo Suárez. Cuando Suárez se sentó en su despacho ministerial se enfrentó a una difícil encrucijada: apoyarse en las Fuerzas Armadas que, sobre todo en el Ejército, se iban compactando sólidamente detrás de la figura de Juan Carlos Onganía, o poner en práctica el denominado "plan LEPRA" —elaborado por un grupo de sus amigos "colorados", quienes entendían que en los comandos del Ejército se habían infiltrado "demasiadas ideas frigeristas"—, un plan que tendía, en suma, a la paulatina suplantación de los comandantes en jefe de las tres armas.
Los hechos convencieron a Suárez de desestimar el plan LEPRA y seguir el primer camino. con cierta habilidad llegó incluso a perfilarse en algún momento como el candidato presidencial para 1969 que hubiera surgido de un acuerdo entre Fuerzas Armadas y Gobierno.
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