lunes, 31 de diciembre de 2012

Onganía y el vaciamiento intelectual





El 28 de junio de 1966 una Junta Militar desplazó a las instituciones del país y “sacó” al doctor Arturo U. Illia de la presidencia de la Nación. Poco después entregó el poder al dictador Juan Carlos Onganía, comandante en jefe del Ejército, que había jurado fidelidad a los tres poderes nacionales.

Dirigió el país con una concepción autoritaria y la emprendió contra la Universidad.

El 29 de julio de 1966, un mes después del golpe militar, l a policía desalojó con violencia cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires , siguiendo órdenes del dictador.
Cuatrocientos estudiantes y docentes fueron detenidos. 1400 de ellos renunciaron poco después. Se había producido el vaciamiento intelectual de la Argentina.

Recuerda Clarín: “Ese 29 de julio, a las tres y media de la tarde, las radios difundieron el decreto ley 16.912: los rectores de las universidades se transformaban en interventores, es decir, delegados del Ministerio de Educación. Se prohibía toda actividad política y se anulaba el sistema de gobierno tripartito integrado por estudiantes, docentes y graduados. El decreto firmado por Onganía daba 48 horas de plazo a autoridades y profesores para aceptar; en caso contrario, los cargos serían considerados vacantes”.

Estudiantes y docentes ocuparon 5 facultades: Arquitectura, Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Ingeniería y Medicina.
Onganía hizo enviar a la Guardia de Infantería y ordenó desalojar los establecimientos esa misma noche.
Así ocurrió lo que tristemente se conocería en la historia argentina como “la noche de los bastones largos” . Hubo bastonazos, gases lacrimógenos y 400 detenidos.
La represión más cruel fue contra Ciencias Exactas. En Arquitectura la policía invadió el edificio maltratando severamente a las autoridades, docentes y alumnos. En Filosofía y Letras, los estudiantes fueron desalojados.

La única Facultad en donde se respetó a los intelectuales fue Medicina . Su decano, Osvaldo Fustinoni, después de conseguir una tregua de quince minutos por parte de la policía, logró ser escuchado por los estudiantes, a pesar del caos y consiguió que estos abandonaran la Facultad pacíficamente.
Nadie fue lastimado físicamente ni en su dignidad. El decano en persona custodió la salida de los estudiantes, sin que nadie fuera molestado ni denigrado.
En una entrevista, Fustinoni recordó: “Me reuní en asamblea con los estudiantes y les aconsejé que salieran tranquilos porque de lo contrario no había garantías de evitar la violencia. Por suerte me escucharon”. En esa misma entrevista señala: “El ministro me solicita que permanezca en mi cargo. Mi respuesta fue clara y precisa: ‘no me puedo quedar, usted me transforma en administrador y como me debo al claustro que me designó para esta función, no me quedaré’ ”.

Osvaldo Fustinoni renunció a su decanato el 2 de agosto de 1966.

Los fundamentos de un país son sus viejas tradiciones, sus glorias y sus derrotas, la continuidad de sus ideales, la obra de las generaciones pasadas y de las presentes, aunque estén ya en la ruta del ocaso. Al evocar este triste episodio a 45 años, pretendemos recordar nuestra historia que es – como afirma Cicerón – el testigo de los tiempos, la vida de la memoria y la antorcha de la verdad.

Juan Carlos Fustinoni - ENSAYISTA

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