miércoles, 5 de octubre de 2011

Aquel Ramos Mejía de antaño - parte 1

La zona y sus primeros ocupantes

Las tierras en que está asentada la ciudad de Ramos Mejía constituyen una llanura sin desniveles importantes, salvo suaves e imperceptibles pendientes hacia los dos arroyuelos o zanjones que la recorrían de oeste a este, bordeados de altos pastizales. Ambos cursos de agua fueron entubados en la década del 30.
El primero de ellos, que originariamente servía de límite entre los municipios de Morón (al norte) y de La Matanza (al sur), corría a la altura de la avenida Gaona y en forma paralela a ésta.

El segundo zanjón se hallaba a una distancia aproximada de trece cuadras al sur de la estación ferroviaria, por debajo de la calle Rawson. Luego, ya en la localidad de Ciudadela, se desviaba hacia el norte por la avenida Díaz Vélez y cruzaba Rivadavia, a la altura del 12.900, y las vías del ferrocarril. Aún se ven los dos pilares del puente que existió en ese lugar. Finalmente volcaba sus aguas en el primero de los arroyos mencionados, que se dirigía en dirección de la avenida General Paz para convertirse en el arroyo Maldonado. Las obras de entubamiento del arroyo Maldonado comenzaron en el año 1928, por debajo de la avenida Juan B. Justo de la Capital Federal.

Las dos eran tranquilas corrientes de agua pluvial, de caudal muy limitado, pobladas de ranas que de niños nos dedicábamos a cazar en tardes robadas a la escuela de la señora Ramona. En épocas de lluvias intensas o frecuentes solían desbordarse creando problemas de incomunicación a los vecinos del lugar.

Hasta la década del 30 existió en el cruce de las calles Cabral y Rawson, además del zanjón mencionado, una laguna de algo más de cincuenta metros de diámetro, formada a raíz del socavón de tierra provocado por un horno de ladrillos que operaban los hermanos Zappettini. Lindera a esa laguna estaba lo que conocimos como "la quema": un basural a cielo abierto, donde los carros basureros municipales descargaban diariamente los residuos domiciliarios. Ese paisaje, por cierto nada agradable pero que tanto nos interesó recorrer en la infancia, desapareció afortunadamente con el entubamiento del zanjón, la pavimentación de las calles y el loteo de la zona.

Pues bien, ¿quiénes fueron los primitivos ocupantes de estas tierras que describimos? En 1536, cuando tuvo lugar la primera fundación de Buenos Aires por D. Pedro de Mendoza, los conquistadores españoles tomaron conocimiento de que toda la región estaba poblada por los indios querandíes, individuos de índole guerrera, valientes e indómitos, que andaban generalmente desnudos o a lo sumo, en épocas de frío riguroso, cubiertos con pieles de animales, con las que también armaban sus precarias tolderías, sostenidas por postes y horquetas de madera. Se alimentaban con productos de la pesca y de la caza (ñandúes, guanacos, armadillos, etc.).

Eduardo Gimenez

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