Es explicable que los historiadores colonialistas lo repudien.
El espacio no me permite mucho, y me limitaré a la respuesta de Campana a Strangford que habla pedido a la Junta que mandase diputados a Cádiz, hiciese la paz con los españoles de Montevideo para “mejor combatir al tirano Napoleón”, y abriese más la puerta del libre comercio a la introducción de productos británicos.
Campana contesta el 18 de mayo: “Estas provincias exigen manejarse por sí mismas y sin los riesgos de aventurar sus caudales a la rapacidad de manos infieles… Sólo entrarían en una colación contra el tirano Napoleón siempre que se les reconozca su independencia civil…”; que de ninguna manera “se levantaría el sistema colonial que hemos destruido con nuestras manos”; y en cuanto a una paz con los españoles de Montevideo “se debe hacer saber al representante de esa Nación (Inglaterra) que es preciso se reconociese la independencia recíproca de América y de la Península (España), pues ni la Península tiene derecho a América, ni América a la Península”.
Y no insista el embajador inglés en “querernos dar por favor mucho menos de lo que se nos debe por justicia”.
Algún día deberá grabarse en planchas le bronce esta nota del 18 de mayo de 1811 en la que por primera vez se habla oficialmente de independencia, y también por primera vez se señala el imperialismo británico al decir que “no aventuraríamos nuestros caudales a la “rapacidad de manos infieles”.
Era muy temprano para actitudes semejantes. Strangford tenía muchos recursos a mano, y al recibir la respuesta de Campana quedó sellado el destino de esta figura oscura y sin gloria del populacho de las quintas. Se prepararon con habilidad las cosas, y en setiembre, previo acuartelamiento de las tropas leales al pueblo, los jefes militares se apoderaron de Campana y lo sumieron en un largo ostracismo.
¿Por qué pasarán siempre en setiembre cosas semejantes?
José María (Pepe) Rosa
[Texto gentileza de Eduardo Rosa y Edgar Schmid]
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