jueves, 24 de febrero de 2011

Gobierno del Virrey Cisneros – parte 1


Uno de los más perjudicados por los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 fue el último soberano del Virreinato del Río de la Plata, don Baltasar Hidalgo de Cisneros. Es preciso aclarar de entrada, que la formación e instauración del primer gobierno criollo –Primera Junta- significó la culminación de un proceso que se había iniciado algunos años antes. El génesis tuvo lugar en 1806 y 1807 en los días de las Invasiones Inglesas, donde paradójicamente triunfaron las armas del virreinato español.

En los días de la primera invasión británica, Buenos Aires sufrió el saqueo sistemático de sus tesoros y riquezas, como cuando el general Beresford se apropió de los bienes de la Compañía de Filipinas. Ésta había sido una fantástica empresa de tipo comercial que se encargaba de manejar y administrar los fondos provenientes de las colonias españolas del Lejano Oriente junto con las riquezas de los territorios del oeste y del norte argentinos. Era algo así como la institución troncal de la economía virreinal del Río de la Plata. El volumen de lo que allí se robó fue tal, que hicieron falta 6 carrozas con 8 caballos cada una para pasear la fortuna por las calles de Londres, ante la exaltación del público y la soberbia de la realeza. Es más: cada carroza soportaba 5 toneladas de metal. Sustrayéndonos al relato, bien podría inferirse que el endeudamiento nacional provino de esta amarga experiencia, que trajo miseria, pobreza y una economía de allí en más vapuleada.

Otro aspecto de la ocupación inglesa de Buenos Aires tiene que ver con los férreos lazos económicos que se consolidaron. Las familias aristocráticas porteñas buscaron la simpatía de los oficiales del ejército invasor para estrechas vínculos de intereses. Los criollos y españoles que planeaban reconquistar la ciudad y que luego morían en las calles con honor, contrastaban con la cobardía de los adinerados que deseaban casar a sus hijas con los británicos para formar sociedades comerciales, sin importarles la pérdida de la soberanía. Para darnos cuenta de la magnitud en este aspecto, corroboramos que hacia 1804 existían en Buenos Aires 47 comerciantes ingleses, mientras que para la época de la revolución de mayo de 1810 se contaban en 2.000.

El librecambio llega al virreinato

El año 1809 encontró prácticamente destrozada la economía del virreinato, y ese año fue crucial, dado que marcó el quiebre definitivo del poder hispánico a cambio de la ingerencia británica en los resortes económicos del Plata. El 14 de enero se firmaba el pacto Apodaca-Canning, por el cual España otorgaba “facilidades al comercio inglés en América”, según una cláusula especial del mismo. Inglaterra, desde luego, hablaba en nombre de la “libertad de comercio”, aunque en el fondo deseaba introducir sus mercaderías de forma libre, sin trabas aduaneras y por los medios que fueran posibles.

Con la economía virreinal jaqueada, Baltasar Hidalgo de Cisneros asumía el 11 de febrero de 1809 como Virrey, elegido por la Junta de Sevilla. Arribará a Buenos Aires recién el 30 de julio de ese año. Mariano Moreno se posicionaba como consultor privado de la nueva autoridad, al tiempo que ejercía de abogado de los intereses comerciales ingleses en el Río de la Plata. Una dualidad bastante oportuna y sospechosa.

Unos días después de haber llegado Cisneros a la capital del virreinato, el puerto se atestó de buques mercantes ingleses provenientes de Río de Janeiro, uno de los cuales traía a Lord Strangford. La firma comercial Dillon y Thwaites, de origen británico, le mandó un petitorio a Cisneros en el que se excusaba de la llegada de tantos buques extranjeros a Buenos Aires, “pues esa plaza [la de Río de Janeiro] está tan abastecida de toda clase de géneros, que algunos bastimentos no habían podido evacuar la menor parte de ellos; y se tuvo por positivo de que se habían abierto y franqueado, o iba a verificarse pronto, al comercio inglés los puertos españoles”, expresaba el documento. A su vez, la firma Dillon y Thwaites solicitó comerciar “por esta vez” sus productos en el virreinato. Este fue, a grandes rasgos, el origen de la práctica del libre comercio en el puerto de Buenos Aires.

Además, fue el comienzo de un conflicto de grandes proporciones, pues estaban los proteccionistas –en su mayoría comerciantes españoles como los Álzaga- por un lado, y los partidarios del librecambio, por el otro, como por ejemplo Mariano Moreno, hombre de bibliotecas pero no tan atento a la realidad circundante. Él llegó a decir en medio de la encrucijada, que “los que creen la abundancia de efectos extranjeros como un mal para el país ignoran seguramente los primeros principios de la economía de los Estados”, dejando entrever en esas palabras las teorías extranjeras de autores como Quesnay, Filangieri o Adam Smith.

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