Cruces peligrosos
En la investigación judicial se produjo un importante punto de inflexión cuando se empezó a utilizar el sistema informático Excalibur para entrecruzar los llamados telefónicos de los sospechosos. Cuando fue detenido el policía Prellezo se sometió a sus teléfonos a este proceso y allí, para estupor de muchos, apareció una gran cantidad de llamados con el jefe de seguridad de Yabrán, un ex sargento del Ejército llamado Gregorio Ríos. Ríos permanece detenido como presunto instigador del homicidio, aunque bajo la sospecha de que no sería él quien habría dado la orden original. Estos llamados entre Prellezo y Ríos se multiplicaron durante los días anteriores al crimen y se cortaron abruptamente justo después del 25 de enero de 1997.
También se comprobó que Prellezo –un policía de muy bajo rango –había mantenido contactos con el propio Yabrán, tenía una tarjeta personal entregada por el megaempresario y que se había reunido con él. El encuentro –reconocido por Yabrán y por Prellezo –se concretó en las oficinas del magnate, un mes antes del crimen de José Luis Cabezas.
Luego en la causa aparecieron más testimonios que complicaron la situación de Yabrán y su jefe de custodia (incluso un testigo declaró haber visto reunido a Ríos y Prellezo poco después del crimen). Por eso, en su estrategia judicial, la hueste yabranista intentó derribar los testimonios que más la comprometían, atacando a sus portavoces. También intentó iniciar causas a diestra y siniestra contra los testigos, incluyéndome a mi.
Sin embargo, se fueron acumulando indicios hasta que finalmente, cuando la sospecha sobre Yabrán ya estaba extendida sobre gran parte de la sociedad, la mujer de Prellezo "se quebró" y dijo que su marido –supuesto asesino de José Luis –le había confesado que detrás del crimen estaba Yabrán. Era el 15 de mayo de 1998 y el juez José Luis Macchi dispuso su detención. Yabrán se dio a la fuga y el magistrado pidió su captura internacional.
Cinco días después –el 20 de mayo –cuando una comitiva policial ingresó al casco de su estancia San Ignacio, en la provincia de Entre Ríos, Alfredo Yabrán se habría pegado un tiro con una escopeta en la boca. A pesar de las pericias, muchas dudas persisten sobre su supuesto suicidio. La mayoría de la gente (las últimas encuestas se refieren al 70 %)no cree que Yabrán esté muerto.
El resto se reparte entre quien cree que se suicidó y quien considera que lo mataron para encubrir a alguien más "pesado" que él. La mitología popular lo imagina disfrutando en alguna playa del Caribe o en Siria –de donde son sus antepasados –luego de haber modificado su rostro con una cirugía estética.
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