Los debates historiográficos oficiales omiten referirse a las publicaciones editadas en los días de la Confederación Argentina, seguramente para evitar llevarse la sorpresa de que, aún en la “barbarie”, la gente leía y también se interesaba en el conocimiento de las culturas de otros lugares del mundo. Gracias al respaldo documental que no ha caído bajo las garras de los “civilizadores” luego de 1852, podemos dar fe de la existencia de numerosas revistas, gacetillas y periódicos que inundaron las ciudades de la patria federal.
Una de esas revistas fue La Moda, que apareció en Buenos Aires el 18 de noviembre de 1837, a instancias de fervorosos federales que, años más tarde, tomaron partido por el unitarismo liberal y masónico. Uno de sus cofundadores fue Juan Bautista Alberdi, quien el mismo día del lanzamiento de la publicación dijo que La Moda es un “gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres”. Se editaba en la Imprenta de la Independencia, aunque también otra fuente advierte que salía por la Imprenta de La Libertad.
Esta nueva revista era un órgano perteneciente al famoso Salón Literario, creado en ese mismo año de 1837 bajo los auspicios de Juan Manuel de Rosas, según refiere su fundador, Marcos Sastre, en el discurso inaugural. Y aquí encontraremos un aspecto jamás divulgado del Restaurador de las Leyes, quien lejos de ser un “tirano” dejó que un grupo de jóvenes de inspiración sansimoniana, afrancesada y liberal pudiera irradiar su romanticismo a través del Salón Literario y sus publicaciones. Vale la pena mencionar muy brevemente que Saint-Simón fue un conde que propugnó una doctrina llamada socialismo utópico, y que el romanticismo, si bien menos revolucionario en sus fines que el sansimonismo, pregonaba la absoluta libertad del individuo para no quedar atado a ningún tipo de tradición cultural. Esa confianza puesta en la juventud intelectual terminó por derrumbarse cuando, advertido Rosas de los fines que perseguían discrecionalmente contra el país, mandó clausurar el Salón Literario.
El grupo de escritores, columnistas y editorialistas de La Moda estaba compuesto por las siguientes personalidades: Juan Bautista Alberdi, Demetrio y Jacinto Peña, Carlos Enrique Eguía, Carlos Tejedor, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, José Barros Pazos, Nicanor Albarellos, Manuel Quiroga de la Rosa y Rafael J. Corvalán (hijo del edecán de Rosas, general Manuel Corvalán). Colaboró también, aunque sin ser parte del staff, Esteban Echeverría, quizás el más innovador de los antes nombrados. Él fue un intelectual que vivió varios años en París, y bajo dicha influencia europea se acercó al grupo de la revista La Moda y a los del Salón Literario, a quienes, como veremos luego, corrompió.
Piezas musicales, prendas y editoriales
La publicación contenía piezas musicales del pianista y compositor Juan Pedro Esnaola, del violinista Carlos Bassini, de Roque Rivero y hasta del propio Alberdi, entre muchos otros. A partir de la revista N°8, Alberdi introdujo el “Álbum Alfabético”, sección o columna que trataba temas relacionados con la música. En uno de esos escritos, describió al género folklórico del “Cielito” como “hijo de las campiñas argentinas, expresión de las alegorías nacionales; despierto y vivo como el sol que alumbra nuestros campos, está destinado a servir de peroración a nuestros bailes: es compañero de la aurora; su música rosínica es acompañada por los pájaros del alba; nace tiznado, negligente, gracioso como las últimas horas de una dulce noche”.
Además, las páginas de la revista publicaban algunas curiosas descripciones sobre las prendas que utilizaban las mujeres de la alta sociedad porteña. En este caso, vestimenta francesa de última moda para andar a caballo: “Vestido verde botella o azul oscuro, manga ligeramente abuchada hasta el medio brazo y el resto perfectamente liso. Gorrita varonil, tipo “cuartel”, con un trozo de gacilla flotante desde arriba. Largos tirabuzones en torno a la cabeza, a estilo romano. Esta moda ha sido usada en Francia en el último verano. Aquí hemos visto otra no menos linda: la señorita M.A.B. como se presentó en el Retiro, el último domingo. La noble simplicidad de su porte y su rara posesión del caballo acababan por hacer de ella una belleza perfectamente sansimoniana”.
Hubo autores que quisieron ver en La Moda una sátira al gobierno de Juan Manuel de Rosas, pero no existió prácticamente tal finalidad. En la gacetilla N°3 se incluyó un ardiente elogio de la divisa punzó, y en una editorial del 14 de abril de 1838 titulada “Trece de Abril”, se reconocía al gobernador federal con admirables calificativos: “También ayer se han cumplido tres años memorables para nuestra patria, tres años desde el día en que el pueblo de Buenos Aires, acosado de tantos padecimientos inmerecidos, se arrojó, él mismo, en los brazos del hombre poderoso que tan dignamente le ha conducido hasta este día.
“Que los detractores del poder actual se expresen a sus anchas, en el sentido que les dicte su egoísta encono, nosotros no podemos olvidar jamás de que no somos testigos de un solo acto dirigido a estorbar el desarrollo de los sagrados principios de nuestra regeneración social (…)
“Las luces pues, no tienen sino motivos de gratitud, respecto de un poder que no ha restringido la importación de libros, que no ha sofocado la prensa, que no ha mutilado las bibliotecas, que no ha invertido la instrucción pública, que no ha levantado censura periódica ni universitaria. Las luces no tienen más enemigos que los restos consuetudinarios del antiguo régimen, cuya demolición, no es de la misión oficial, sino exclusivamente de la prensa literaria y moralista. Las costumbres no deben ser reformadas sino por las costumbres mismas, ha dicho Montesquieu, y nosotros, escritores de costumbres nos hemos puesto a realizarlo, merced a la ilustrada y noble tolerancia de un Gobierno que tenemos la honra de saludar en el tercer aniversario de su feliz establecimiento”.
Esto refleja que, por lo menos hasta 1838, la elite intelectual de Buenos Aires sintió profunda admiración por don Juan Manuel de Rosas, que ha sabido proteger e impulsar la cultura, estimular todas las manifestaciones de la inteligencia y ganarse la gratitud de la gente pensante.
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