jueves, 4 de febrero de 2010

La Calle Corrientes - parte 1


San Nicolás es un santo que ha sufrido múltiples transformaciones a lo largo de la historia, mutaciones de las que él es absolutamente inocente.

Nació en el año 280 en Patara, en Asia Menor, en el sudoeste de la actual Turquía. Hombre de una extraordinaria bondad, realizó los milagros correspondientes y necesarios para su inclusión en el santoral y fue alcanzando una notable fama mundial post-morten cuando en 1087 sus huesos fueron robados por marinos italianos y llevados a Bari. Ya como San Nicolás de Bari se multiplicó su fama de generoso benefactor de los niños que lo transmutarían en el Norte de Europa y América en Santa Claus.
Pero todavía debía pasar un tiempo para que eso ocurriera y a Buenos Aires le faltaban varias décadas para convertirse en la capital de un nuevo virreinato, cuando surgió en el damero de calles de la Buenos Aires de 1608 un sendero con el poco práctico nombre de "calle que pasa por el costado de San Nicolás de Bari", en honor a una hipotética capilla que sería construida efectivamente en 1729 por el capitán Domingo Acassuso.
Las primeras noticias oficiales sobre la vida en la calle de San Nicolás —como pasó a llamarse— datan del censo de 1778 en el que se detalla que a lo largo de su recorrido vivían 336 personas, la mayoría españoles, y unas decenas de negros y mulatos.
Tras la derrota de los ingleses en 1806, el callejero porteño dio cuenta de la hazaña bautizando algunas calles con el nombre de los vecinos que se destacaron en la defensa. Así el terrenal regidor José Santos Inchaurregui desplazó al santo, pero su gloria fue efímera y la Revolución de Mayo necesitaba calles para sus nuevos nombres y eligió el de Corrientes, una de las primeras provincias que adhirió fervorosamente a la causa.
Felipe Pigna.
Clarin

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