Por eso, una vez pasado el Quinto Centenario del Préstamo, podemos preguntarnos:
¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o, por lo menos, productivo de los recursos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacíonal?.
Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, Waterloo, Armadas Invencibles, Terceros Reíchs y otras formas de exterminio mutuo, para acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN como Panamá (pero sin canal).
En lo financiero han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital e intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Fríedman, conforme a la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago de capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos.
Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de un 20 por ciento y hasta un 30 por ciento anual que los hermanos europeos les cobran a los pueblos del Tercer Mundo -nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10 por ciento anual acumulado durante los últimos 300 años-.
Sobre esta base, aplicando la europea y usurera fórmula del interés compuesto, informamos a los descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir, un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras y que supera ampliamente el peso total de la tierra.
¡Muy pesadas son estas moles de oro y de plata!
¿Cuánto pesarían calculadas en sangre?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.
Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos Inquietan a los Indo Americanos.
Pero sí exigimos la inmediata firma de una carta de Intenciones que discipline a los Pueblos deudores del viejo continente; y los obligue a cumplir sus compromisos mediante una pronta privatización o reconversión de Europa que les permita entregárnosla entera como primer pago de una deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales.
En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con que mataron al poeta.
Pero no podrán; porque esa bala es el corazón de Europa.
Luis Britto García
www.elhistoriador.com.ar
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