lunes, 9 de marzo de 2009

EL MAS GRANDE DE TODOS

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UNA VIDA TAN ESPECIAL

Hijo de un comerciante genovés, Don Domingo Belgrano Peri y de Doña María Josefa Gonzalez Casero, nació el día 3 de junio de 1770 en Buenos Aires Manuel Belgrano. Hablar de este patriota, significa hacerlo de la Revolución de Mayo y del creador de nuestra insignia patria, pero también de alguien que fuera decidido defensor de sus ideas de imponer los esfuerzos de la ciencia, el trabajo técnico, la organización y las escuelas como los artífices de preparar a los ciudadanos para construir un gran país. Llamó la atención hacia la agricultura como verdadero destino del hombre de esta tierra, clamó por la erradicación de la miseria, del ocio y la desocupación, bregando por la organización de una industria estable y eficaz. Como civilista, aconsejaba evitar la desunión de los argentinos y se adelantó al concepto de que la tierra debe ser de quienes la trabajen.

Habló y actuó como filósofo y sociólogo dando siempre el ejemplo, fomentó la creación de caminos, puentes, viviendas dignas, canales de navegación y puertos desde donde saldrían las embarcaciones para ampliar el comercio de la Nación, fue defensor del cooperativismo bogando por la conformación de gremios, estimuló la creación de Bancos, fundó pueblos e instituyó premios a estudiantes destacados como incentivo a su esfuerzo, se preocupó por la salud y la alimentación, defendió el derecho de los indios a ser tratados como hermanos, dándoseles educación y protección.

“…Tenía fama de ser muy instruido. Su persona era grande y pesada y tenía un hermoso rostro italiano. A causa de su debilidad, no podía montar a caballo sin ayuda extraña…” (memorias del comerciante inglés Samuel Haigh)


En 1860, el comerciante José Leopoldo Balbín, escribió al entonces Coronel Bartolomé Mitre dos cartas sobre Belgrano, en ellas destacaba que: “El General Belgrano era de regular estatura, pelo rubio, cara y nariz fina… no se le podía acompañar en la calle porque su andar era casi corriendo, no dormía mas de tres o cuatro horas diarias, montando a caballo a la medianoche, salía de ronda a observar el ejército, acompañado solamente por un ordenanza. Era tal su abnegación con que este hombre extraordinario se entregó a la libertad de su patria, que no tenía un momento de reposo, nunca buscaba la comodidad, con el mismo placer se acostaba en el suelo que en la mullida cama”


“ Se presentaba aseado…con una levita azul, con alamares de seda negra, su espada y gorra militar de paño. Su caballo tenía un gran mandil de paño azul cubriendo la silla, sin galón alguno. Todo el lujo que llevó al ejército, fue una volanta inglesa que él manejaba, con un caballo. En los días clásicos en los que vestía uniforme, se presentaba con un sombrero ribeteado con un rico galón de oro que le había regalado el General Tomás de Iriarte”.


“ Se hallaba siempre en la mayor escasez, así que muchas veces me mandó pedir cien o doscientos pesos para comer. Se hallaba sin camisas en Tucumán y me pidió que hiciese traer de Buenos Aires dos piezas de tela de Irlanda de hilo… lo he visto en diferentes épocas con las botas remendadas…Era hombre de talento cultivado, de maneras finas y elegantes… muy honrado, desinteresado, recto y perseguía el juego y el robo en su ejército”


A Belgrano, lo vemos victorioso en 1813, después de la batalla de Salta, los soldados eufóricos al igual que sus oficiales sin poder creer en la victoria de ese pequeño ejército improvisado ante las aguerridas tropas españolas, se abrazan, cantan e insultan a los prisioneros. En eso aparece el General Belgrano que increpa a sus hombres diciéndoles: “Señores, no es de hombres de honor burlarse de los vencidos, estos caballeros han luchado con bravura y con honor por una idea en la que creen, el amor a su tierra es tan respetable como lo es el amor a la nuestra. Honrémoslos porque se han batido con honor, y que no se diga nunca, ¡jamás! Que un hombre nacido en este suelo le ha faltado el respeto a un enemigo…”


La soledad y la pobreza fueron siempre sus fieles compañeras, por eso no hay para él un entierro lujoso, ni discursos floridos, un ataúd de pino común, una mortaja de fraile domínico, una tumba modesta y, sobre un trozo de mármol tomado de un mueble de su casa, apenas cinco palabras: “Aquí yace el General Belgrano”.

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