Conocé la historia de la
heladera más famosa de la Argentina
Creada en 1935, la SIAM es uno de los artefactos del siglo pasado que aún
vive en muchas cocinas como testimonio de una tecnología pensada para durar
"Porque
de pronto usted siente sed, mucha sed. Y casi automáticamente abre la puerta,
mira con avidez y... ese momento es muy importante. Usted todavía no ha bebido
ninguna de las bebidas heladas que hay allí pero ya está disfrutando de su
heladera. Una heladera con capacidad racionalmente aprovechada, diseño
funcional, equipo super probado. Una heladera que trabaja siempre,
puntualmente, siempre; mientras usted ni se acuerda de que la tiene. Hasta que
siente sed". Y efectivamente, a uno se le hacía agua la boca. La
publicidad, de 1968, fue una de las tantas que logró posicionar a la heladera
SIAM como un aliado imprescindible en la cocina. Las distintas definiciones de
la marca (algunas tautológicas, todas auto-referenciales), se volvieron mantras
repetidos por los mismos usuarios: "Siam es Siam", "Siam: la
marca mayor", "Las heladeras de calidad", "Cuando se dice
heladera se dice SIAM", "¡Argentina…y a mucha honra!". Breve
pasado y futuro de un ícono nacional.
El gigante de Latinoamérica
La Sección
Industrial de Amasadoras Mecánicas (en su sigla menos conocida: Sociedad
Italiana de Amasadoras Mecánicas) -SIAM- fue fundada por Torcuato Di Tella y
los hermanos Allegrucci en 1911. En respuesta a la ordenanza municipal que
obligaba a las panaderías a tener amasadoras mecánicas, patentaron la primera
máquina de amasado: fue concebida en un garaje ubicado en el Once, un 27 de
diciembre de 1910. El desafío era construir un artefacto capaz de superar a la
versión importada y hacer una primera entrega de 700 máquinas en Buenos Aires.
El éxito de la misión dio inicio a una compañía que supo ser sinónimo del país:
para mediados de siglo era la más grande de América Latina y había creado el
clásico automóvil SIAM Di Tella 1500, la moto Siambretta y las heladeras de uso
comercial y familiar.
La caja blanca
La
producción de la heladera SIAM sucedía en las instalaciones de la fábrica SIAM
Di Tella, ubicada en Avellaneda desde 1929. Si bien una de las promesas de la
millonaria pauta publicitaria rezaba "Lo que puede hacer una máquina no
debe hacerlo una mujer", al comienzo hubo resistencia: la heladera
eléctrica generaba desconfianza y desconcierto, en algunos casos hasta temor.
Sin embargo, una vez que los dueños de casa la probaban durante unos días, la
adoptaban como un integrante más de la familia. En sólo cuatro años (de 1934 a
1938), la venta de heladeras creció de 480 a 5480 unidades anuales. Para 1948,
SIAM fabricaba 11 mil heladeras al año; una década más tarde, su productividad
ascendió a 70 mil unidades anuales.
Inteligencia artificial
El gabinete
era confeccionado en chapa de acero y las puertas obtenidas por medio de una
prensa de 800 toneladas que las estampaba por presión hidráulica; luego eran
trabajadas en una segunda prensa que embutía metales. En la siguiente etapa
eran pulidas y sopleteadas con esmaltes sintéticos y luego horneadas a altas
temperaturas para darle la terminación enlozada. El interior era revestido con
lana de vidrio para conservar el frío.
La evolución
del modelo original incorporó inéditas transformaciones para la época:
cerradura con llave, porcelana a prueba de ácido, saca hielo a palanca y
estantes corredizos y regulables, entre otros. La SIAM "Sello de oro"
se tomó todos estos compromisos muy en serio: "Tiene el deber moral de ser
siempre el ‘leader’, porque por algo fue también el ‘pioneer’ de la Industria
de la Refrigeración Eléctrica en el país". Si quedaba alguna duda, podía
solicitarte el librito "¿Por qué cada familia necesita un refrigerador
SIAM?". El modelo bautizado informalmente como "Bolita" por la
esfera que remataba su manija, marcó las rutinas y los rituales de sucesivas
generaciones. Como todo pasado que fue mejor, hoy regresa como objeto de deseo
recuperado.
Originales pero a medida
Además de
seguir enfriando en casas de abuelos o haberse convertido en la orgullosa
herencia de hijos y nietos amantes del "armatoste de chapa dura",
como lo llamaban los menos cariñosos, existe una amplia cultura ‘siamística’
practicada por fanáticos de los primeros modelos de la marca. Además de los
coleccionistas, están los restauradores. Tal es el caso de Heladeras Antiguas
Restauradas y Personalizadas, a cargo de Manuel y Celeste, de
los primeros que incursionaron en la recuperación, puesta en valor y
customización de heladeras. "Nuestros diseños son únicos: es para gente
que quiere diferenciarse. Algunos pedidos se repiten -Coca Cola, Harley
Davidson, Jack Daniels, Marilyn y Betty Bop encabezan el top 10- pero a cada
uno le damos una vuelta de tuerca para que no se parezca a ninguno", cuentan.
Cuando reciben una heladera, primero la desarman por completo y le quitan el
óxido. Luego reemplazan la chapa, la mandan a arenar y la laquean. Todo el
interior es armado con fibra de vidrio y el gabinete con lana de vidrio. Por
último, se colocan burletes nuevos y se interviene la heladera con pintura para
autos. Además de su obsesión por la estética, cuidan especialmente cuestiones
técnicas y mecánicas como el estado del motor y el corte debido del termostato.
La restauración puede demorar entre 15 y 20 días y ofrecen garantía de por
vida.
Desde el
oeste, Mi Mente Demente es
otro de los talleres que invitan a ‘volver al pasado’. Romina y Cristian
comenzaron con la restauración de bicicletas y motos antiguas, pero desde
siempre fueron dos enamorados de las heladeras de sus abuelos. Customizan
modelos originales de entre 1910 y 1960 según el pedido del cliente, pero
también realizan intervenciones propias que venden en su showroom de Ituzaingó:
las heladeras llegan como herencias de familia, son encontradas en remates o
rescatadas del desuso. Además de reparar el artefacto por dentro y por fuera,
reacondicionan motores originales y fabrican piezas faltantes, como cajones y
puertas de freezer. "Nuestro concepto de trabajo es que el cliente se
lleve una heladera nueva. Incluso tienen olorcito a recién comprada. Las SIAM
son eternas". Con el mismo adjetivo defienden al enlozado que, aseguran,
raras veces llega deteriorado. El tiempo promedio para restaurar y personalizar
una heladera es de dos semanas, pero al momento tienen una lista de espera de 6
meses.
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