martes, 5 de noviembre de 2019

El gobierno de Lonardi - Las diferencias internas - Parte 3


En sus disputas internas el sector liberal liderado por Rojas siguió avanzando, a continuación la emprendió contra el general Bengoa, el 8 de noviembre éste presenta su renuncia al Ministerio de Ejército siendo reemplazado por un general recientemente retornado a la actividad, se trataba de Arturo Ossorio Arana.

En su renuncia Bengoa le decía al presidente que: “Temo que un nuevo rumbo, por ligero que sea su cambio, podría significar la división de fuerzas que es imprescindible mantener unidas y solidarias para evitar poner al país a situaciones que pudieran ser peligrosas y cuyos resultados sería imposible prever”.

A continuación sienta su posición con respecto al peronismo: “Tengo la profunda convicción de que salvo en el caso de los delincuentes, que deben ser castigados, debe privar la tolerancia para las ideas y los sentimientos que no sean los nuestros, como única forma de llevar a la República al olvido de los odios sembrados hasta hace poco por la dictadura depuesta”. (6)

Pocos días antes que se desate la crisis que terminará con el gobierno de Lonardi, éste había adoptado la decisión de dividir los Ministerios del Interior y Justicia que estaba a cargo de un referente de los sectores liberales el Dr. Eduardo Busso, su intención era nombrar a de Pablo Pardo a cargo del Ministerio del Interior y dejar a Busso en el Ministerio de Justicia, pero ante la negativa de éste de aceptar esta salida, Lonardi designó a de Pablo Pardo a cargo de Interior y al Dr. Bernardo Velar de Yrigoyen en Justicia, ambos juraron el 12 de noviembre.

Uno a uno eran criticados y acusados los principales colaboradores del presidente, que respondía realizando concesiones a sus adversarios internos, pero al detectar que la embestida liberal no cedía y que era su cabeza la que estaba en peligro, el 12 de noviembre intenta un contraataque mediante un documento donde dejaba reflejada las diferencias existentes entre los grupos que efectuaron el golpe de estado.

Lonardi atacó la base de sustentación de la plataforma de Rojas, la recién conformada Junta Consultiva integrada por representantes de los partidos políticos que apoyaron el golpe, decía el presidente: “El gobierno está muy lejos de creer que en la Junta están representadas todas las corrientes de opinión de la política nacional”.

En otro párrafo reafirmaba su política respecto al peronismo: “…la promesa de que no habría vencedores ni vencidos no ha sido una frase sin valor o un recurso retórico, sino un juicio meditado en función del estado de opinión imperante en el pueblo a favor de su política”. (7)

En el mismo comunicado señalaba su rechazo a perseguir indiscriminadamente a los peronistas, también sentaba su posición contraria a intervenir la CGT y dividir al movimiento obrero. La declaración de Lonardi provocó la ira del grupo liberal que no tardó en responder, la Junta Consultiva se constituyó en epicentro de la conspiración presentando masivamente sus renuncias.
Manejados por el almirante Rojas, los políticos integrantes de la Junta se mostraron activos con la voluntad de desplazar al presidente de igual forma que unos días antes habían derrocado al presidente constitucional.

Las Fuerzas Armadas depuradas de peronistas y de sospechosos de serlo también actuaron en consonancia, en la misma noche del 12 de noviembre un grupo se trasladó a la residencia presidencial de Olivos para presentar un petitorio en nombre de los hombres de armas. El grupo compuesto por altos mandos presentó al presidente sus exigencias que consistían en la renuncia de los principales colaboradores del presidente, argumentando el malestar existente en el seno de la Fuerzas Armadas, los partidos políticos y la Corte Suprema, esta última amenazaba con renunciar en pleno tal cual había ocurrido con la Junta Consultiva.

Esta petición atacaba directamente la autoridad presidencial al pedírsele la cabeza de sus hombres de mayor confianza, pero el vocero del grupo el contraalmirante Rial le había indicado a Lonardi que en realidad el tema de sus colaboradores no era el de mayor importancia, lo prioritario consistía en tres puntos que habían reclamado, que planteaban la formación de una Junta Militar que compartiera el gobierno con el presidente, la intervención de la CGT, el establecimiento de una política inflexible hacia los trabajadores y la disolución del partido peronista.(8)

Lonardi asumió la defensa de sus colaboradores, uno de ellos era el recientemente designado Ministro de Justicia, de Pablo Pardo, el presidente expresó: “Sin embargo, resulta paradójico que se erijan en sus jueces hombres que hasta hace tres meses fueron peronistas y sólo reaccionaron cuando Perón atacó a la Iglesia. Como Usted, por ejemplo, general Videla Balaguer, que recibió la medalla a la lealtad peronista”.

Videla Balaguer respondió: “Señor, yo crucé las aguas del Jordan y me purifiqué” a lo que Lonardi contestó: “El doctor de Pablo Pardo no tuvo necesidad de cruzar el Jordan porque siempre estuvo del otro lado”. (9)

Esta anécdota mostraba hasta qué punto la inflexibilidad que mostraba uno de los bandos y la adopción de una actitud propia de jueces tenía mucho de sobreactuación, pues muchos de aquellos que solicitaban mayor dureza contra el peronismo habían formado parte de ese movimiento, tal como había ocurrido con el vicepresidente Rojas.

Así lo señalaba Scalabrini Ortiz: “El señor Rojas llegó a conquistar la confianza íntima de la señora Eva Perón e incurrió en actitudes que, a juzgar por sus enconadas referencias a quienes hicieron cosas semejantes, debieron costarle un claro esfuerzo en su momento, como fueron el indebido homenaje a José Espejo, y el regalo de una joya a la señora del gobernador de la provincia de Buenos Aires, señor Aloe”.(10)


(6) Mi padre y la revolución de 1955, Marta Lonardi, Ediciones Cuenca del Plata, 1980, pags. 176 y 177
(7) Marta Lonardi, pags. 179, 180 y 181
(8) Marta Lonardi, pag. 212
(9) Marta Lonardi, pag. 211
(10) Raúl Scalabrini Ortiz, Bases para la reconstrucción nacional, Editorial Plus Ultra, 1973, Tomo II, pag. 301




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