En esta descripción está implícito el juicio que el Frente de Izquierda Popular tiene sobre la violencia y el que le merecen los filisteos que se rasgan las vestiduras frente a la violencia de los de abajo pero silencian los crímenes de todo tipo de los de arriba. Quiero aclarar, por lo demás, que nosotros consideramos sagrada la violencia de las masas y es por eso que tomamos las banderas de los levantamientos provinciales, del cordobazo, el tucumanazo, el catamarcazo, el rosariazo o el cuyanazo. Esa violencia es una forma legítima que los pueblos tienen para defender su soberanía guando ésta se haya conculcada. La misma Constitución que han jurado respetar los comandantes en jefe establece el sagrado derecho a la rebelión en contra de los tiranos y el principio de armarse en defensa de la Constitución. Es en este marco que nosotros queremos dejar bien aclarado que desechamos la violencia de los pequeños grupos, sean éstos civiles o militares. Toda la experiencia histórica demuestra que han sido las masas las que modifican revolucionariamente a la sociedad, mientras que la acción de los pequeños grupos que dicen actuar en su nombre no ha sido relevante.
Pensamos, pues, que en esta etapa la acción debe dirigirse a conquistar el juego limpio prometido: las elecciones inmediatas, sin fraudes ni proscripciones ni desterrados; el derecho a que si el pueblo se pronuncia masivamente por un programa socialista y revolucionario en las urnas, que ese mandato sea cumplido. Hay que luchar por esos derechos, porque nosotros estamos seguros de que la reacción va a emplear toda su violencia para evitar que el pueblo argentino se pronuncie.
Víctor Alderete: Aunque estas declaraciones mías son a título personal, ratifican totalmente las opiniones de mi partido: Nueva Fuerza. Nosotros condenamos totalmente la violencia, sin condiciones. No aceptamos ninguna de las explicaciones usuales que obran a título de justificación, como el decir que la violencia de abajo está causada por la violencia de arriba. Ni que se condena la violencia individual, pero no la colectiva. No. Condenamos toda la violencia, sin exclusiones. Pero somos hombres políticos y no se nos escapa que sólo podemos llegar a comprender a la violencia frente a un régimen tiránico que coarta y elimina las libertades individuales. Como pensamos que ésa no es la circunstancia actual, no la aceptamos. Y mucho menos cuando está abierto un proceso electoral en el cual los partidos políticos, hasta la fecha, no pueden decir que no cuentan con igualdad de oportunidades. En las condiciones en que está viviendo el país es totalmente inadmisible que cualquier grupo, con la justificación que sea, pretenda imponer la violencia individual u organizada.
Es cierto también que es lícito pedirle al gobierno que acompañe sus deseos con actitudes y en ese sentido debo decir que hay negociaciones que deben cesar de inmediato: en especial la Cancillería debe cesar de tener tratos a nivel de embajador con argentinos que residen fuera del país. Los que quieran intervenir en la vida política argentina tienen que hacerlo dentro del país. Mucho más cuando hay fallos militares que han condenado a determinados individuos. Mucho más cuando un brigadier de la Nación está haciendo el triste papel de Celestina en un romance electoral que nadie sabe cómo terminará. Finalmente quiero expresar que ningún argentino, aquí o en el exterior, puede eludir su definición sobre el tema de la violencia. Caso contrario, si no hay definición en contra, sabremos que la están justificando.
Oscar Alende: No puede hablarse abstractamente de la legitimidad o ilegitimidad de la violencia. Este es uno de los elementos que engendra la historia: no fue la idea pacifista de los monarcas del siglo XVIII la que introdujo un sesgo profundo en la evolución social, sino los revolucionarios violentos de Francia, y esto puede también aplicarse a la evolución de nuestra nacionalidad. Pero ahora nos referimos a la violencia que se ejerce aquí y ahora, en la Argentina, una violencia que está vinculada al mito de la revolución mundial que la satura de una imagen de sacrificio y heroísmo. Debemos pues opinar sobre las causas y sobre la forma de neutralizar esta violencia. La economía y las finanzas del país están fuera de control; hay una justa protesta social que busca cauces y un proceso político poco claro.
En este marco, señalo que la violencia política, tal como se ha ejercido, está apoyando a los grupos más regresivos y reaccionarios de la vida nacional, a los que les está brindando argumentos de corte sentimental y criminológico para justificar no sólo la mayor de las represiones, sino la supresión misma del proceso electoral.
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