Hoy es el día del Ingeniero, y se celebra en homenaje
a que un 6 de junio de 1870 egresó, del Departamento de Ciencias Exactas de la
Universidad de Buenos Aires, el primer ingeniero civil de Argentina: Luis
Augusto Huergo. Historia de dos modelos de puerto de Buenos Aires, que
involucró con grandes polémicas a Huergo y a Madero.
En 1886 la Capital Federal se vinculó a la red ferroviaria
del interior mediante la línea que la ligó a Rosario. Las terminales
ferroviarias se fueron instalando en los puntos de la ciudad porteña que
históricamente habían sido de centralización del antiguo tráfico de carretas:
Plaza Constitución para el sur, Plaza Once para el oeste, Plaza Retiro para el
litoral y el norte.
Las estaciones finales conformaban un semicírculo urbano tendido a pocas
cuadras del río, es decir, del camino a Europa. Sólo faltaba el puerto, que
debía facilitar el tráfico transoceánico: su construcción fue uno de los
grandes objetivos, y su ubicación suscitó una de las más enconadas polémicas de
la década.
Desde tiempos de Rivadavia los porteños soñaban con el puerto. El método
utilizado para desembarcar constituía todo un desprestigio y era comentado con
sorpresa por los extranjeros que nos visitaban. Distintos planes fueron
dejándose de lado durante décadas, hasta que, hacia 1880, las posibilidades
quedaron definidas y encarnadas en las personas del ingeniero Luis A. Huergo y
de Eduardo Madero.
Huergo postulaba la creación de un puerto de aguas profundas a lo largo del
Riachuelo, para lo cual insistía no hacían falta grandes inversiones. En 1881
la legislatura bonaerense votó una partida para dragar el Riachuelo, y ya en
1883 un gran transatlántico, el L’Italia, amarró en las nuevas instalaciones.
Pero hacia 1885 los trabajos de Huergo languidecieron por falta de apoyo
político, y finalmente debió renunciar a seguir adelante.
Triunfaba la propuesta de Madero, que tenía mejores conexiones políticas y el
apoyo de capitalistas e ingenieros británicos. En marzo de 1886 el Poder
Ejecutivo Nacional aprobó sus planos y, en medio de un gran escándalo
periodístico y parlamentario, se iniciaron los trabajos del puerto frente mismo
a Plaza de Mayo.Madero
En enero de 1889 el vicepresidente Pellegrini que en un principio había apoyado
vehementemente a Huergo inauguró la dársena sur de las nuevas instalaciones.
En 1897 se habilitarían la dársena norte y el canal de acceso. Cuando el
proyecto de Madero estuvo enteramente realizado antes de esto, en realidad
resultó que era insuficiente, y en 1907 debieron iniciarse los estudios para
construir un «puerto nuevo» que recién habría de terminarse en 1927.
«Transcurrido un siglo dice James R. Scobie en su libro Buenos Aires, del centro
a los barrios resulta tentador encontrar motivos más profundos en la
controversia entre los proyectos de Huergo y Madero.
Para algunos, Huergo representaba la tradición criolla y el
desarrollo nacionalista de la economía argentina. En Madero podía descubrirse
la preocupación de los estadistas e intelectuales de la generación del ochenta,
que buscaban la modernización y el progreso de la Argentina sobre la base de
capitales y tecnología extranjera.».
De alguna manera, Huergo proponía romper la tendencia predominante en la década
del ochenta, mientras que Madero favorecía a los mismos intereses en juego en
las redes ferroviarias, a los mayoristas e importadores y a las instituciones
de crédito más importantes.
Sea como fuere, a finales de la década del ochenta el anhelado puerto empezaba
a funcionar y a su ritmo desaparecían gradualmente los pintorescos resabios del
tráfico anterior: las miríadas de pequeñas embarcaciones y carromatos de todo
tipo, que antes se ocupaban de desembarcar a pasajeros y mercaderías de los
navíos anclados frente a las toscas del río. Ahora, grandes buques amarraban en
las dársenas, y las playas de embarque de los ferrocarriles y sus depósitos se
encontraban a pocos metros de las bodegas.
Año tras año se multiplicaba el tonelaje de los barcos, y Buenos Aires afirmaba
su condición histórica de «boca de expendio» de las crecientes exportaciones. A
un paso de la plaza que era el centro político, comercial y financiero de
Buenos Aires, el «Puerto Madero» era, además, un símbolo de la irrefrenable
vocación centralista de la capital de la República, lugar al que llegaban los
frutos de la tierra para ser embarcados y desde donde se repartían por todo el
país los productos que venían de ultramar. (HISTORIAS Y BIOGRAFIAS)
06/06/2018
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