Por eso, en un libro de los años 40, en
lugar de hablar de la soberanía argentina, hablé de la "sobornería"
argentina. Yo, por mi parte, siempre admiré a los líderes socialistas Nicolás
Repetto y Alfredo Palacios, pero me aparté del
socialismo en el 58.”
El reputado profesor, autor de más 35 libros, que siempre levantó las banderas
del republicanismo, omitió puntualizar que Nicolás Repetto, en plena
década infame, en 1932, formó parte de la fórmula Lisandro de la Torre-
Repetto, la fórmula del cianuro según Jorge Abelardo Ramos porque no se reían
ni cuando estaban contentos, mientras el radicalismo Yrigoyenista estaba
proscripto. Igual actitud adoptó Alfredo Palacios que fue embajador de la
Revolución Fusiladora en el Uruguay.
En una entrevista, publicada por la revista de la Facultad de Derecho de la
UBA, en el 2005, contó su ingreso al partido socialista: “Mire, en una
oportunidad yo llego, en Belgrano Bajo, a un Comité Radical, a inscribirme. Me
hacen sentar, yo era un muchacho como ustedes, y me hacen pasar a un cuarto
semi-oscuro donde me recibe un hombre que me pone una mano encima del hombro y
me dice: “Hijo, ¿qué querés?, ¿una decena de lotería para tu familia?”, yo lo
miré al tipo y le dije: “no señor, estoy equivocado”. No pensé jamás que me
podían ofrecer por incorporarme a un partido la esperanza de una decena de
lotería, a raíz de ello no volví. Es decir, esa experiencia hizo que
después no quisiera aceptar, cuando me invitaron a incorporarme al Partido
Conservador Demócrata o al Partido Radical.
También, me invitaron para sumarme
a las filas del Partido Demócrata Progresista. Tampoco quise. Se preguntarán
qué me llevó entonces al Partido Socialista. Miren, yo había publicado “Por una
Nueva Argentina”, y sacó un comentario “La Vanguardia”. Entonces, fui a una
conferencia que daba un tal Nicolás Repetto, con debate público. Me senté y lo
escuché a este hombre con unas excepcionales dotes expositivas y didácticas, y
vi que la gente pedía la palabra y no se interrumpía al orador sino con permiso
de éste, había respeto y tolerancia, yo miraba, eran obreros, gente del pueblo,
gente común, no eran profesores ni mucho menos. Me dije a mí mismo: “esto es
otra cosa”. Y cuando llegó el momento de incorporarme a la vida política,
me acerqué con otros diez amigos al Partido Socialista. Fui al centro
correspondiente en Belgrano, que estaba en la calle Republiquetas a una cuadra
de Cabildo, y nos afiliamos los once. Al mes se habían ido los diez, yo me
quedé, de obstinado. ¿Por qué se fueron?
Porque en esos momentos el Partido
Socialista exigía que uno se circunscribiera a un estado de santidad. No había
que jugar a las carreras, a la lotería, ver box, beber vino, había que
concurrir a las bibliotecas…... Me quedé porque sabía que era una escuela de
civismo, por esa razón milité durante años en el Partido Socialista. A título
de ejemplo, les narro una experiencia.
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