A 33 años de la inauguración del que fuera el principal polideportivo de
Sudamérica dialogamos con el responsable de su diseño. El autor de
emprendimientos relevantes como el Edificio Conurban, la Torre Madero o el Plan
60 Escuelas recuerda con nostalgia, a sus 84 años, aquel histórico proyecto.
Tras visitarlo por última vez hace más de una década, decidió no volver por el
dolor que le produjo su abandono.
Decíamos en el editorial del mes pasado que el Parque Presidente
Sarmiento, extraordinaria obra de la arquitectura moderna ubicada entre las
avenidas General Paz, Ricardo Balbín, Triunvirato, Crisólogo Larralde y la
calle Andonaegui, tenía la misma edad de Jesús al morir: apenas 33
años. Para llegar a su precoz decadencia fue necesario que desde 1984 las
diferentes gestiones municipales hicieran una lamentable contribución. Porque,
paradójicamente, la función social, deportiva y recreativa de este predio de 60 hectáreas se pudo
cumplir durante un breve período de tres años -y bajo la gestión de una
organización privada- en tiempos dictatoriales.
Recordemos que el polideportivo fue inaugurado, literalmente
con bombos y platillos, el 17 de setiembre de 1981. Desde el comienzo estuvo a
cargo de la Cooperadora de Acción Social (COAS), una entidad sin fines de lucro
conocida por organizar la Feria de las Naciones. Gracias a este antecedente,
COAS se hizo cargo de la puesta en marcha del Parque Sarmiento. Inicialmente,
los deportes que podían practicarse eran fútbol, vóley, básquet, tenis, rugby,
béisbol, pelota a paleta, atletismo, natación, saltos ornamentales, patín,
ciclismo, hockey y pelota al cesto. “La desgracia ocurrió cuando el intendente
de Buenos Aires, Julio César Saguier, creyó que el parque era un buen negocio.
No era así: todo era pura reinversión”, relataba en 2011 la vicepresidenta 1°
de COAS, Elena de Basavilbaso.
“Si bien en la Argentina hubo innumerables ejemplos del
desguace privatista en detrimento de lo público, este no fue el caso del Parque
Sarmiento en sus primeros tres años de vida: seguridad, calidad de la
infraestructura y los recursos humanos, masividad y acceso popular podrían ser
algunos de los principales aspectos a destacar. Luego el polideportivo sería
protagonista de una serie de saqueos y malas administraciones privadas y
públicas que llevarían a una serie de intentos fallidos por recuperar su
esplendor inicial”, escribíamos hace tres años, en uno de los tantos informes
dedicados a su penosa situación. Después de la anunciada y demorada llegada del
subte a Villa Urquiza, el Parque Sarmiento debe ser el tema al que dedicamos
más tapas en la historia de este periódico, desde la primera allá por 1999.
El padre de la criatura
En esta ocasión nos propusimos un enfoque distinto; conocer
la opinión del hombre que proyectó y dirigió la construcción “del complejo
polideportivo más importante de Sudamérica”, como se lo consideraba en esa
época. Se trata de Estanislao Kocourek (84), un arquitecto muy
reconocido, autor de obras notables y ganador en 1988 del Premio Konex. Después
de algunos días de búsqueda infructuosa, lo ubicamos en San Isidro y acordamos
un encuentro. Nos recibe con un apretón de manos firme, que desmiente la edad
que tiene. Hijo de inmigrantes checoslovacos arribados al país en la década del
20, vivió su infancia en Villa Devoto y se define como “un pibe de barrio”.
Estamos en presencia del creador del Parque Presidente
Sarmiento, un emprendimiento que fue orgullo de Saavedra y también de su autor
intelectual. “Yo hice además los parques Julio Roca y Jorge Newbery,
actualmente Club de Amigos. Sólo este último, debido a su ubicación sobre
Figueroa Alcorta, su clientela selecta y un buen concesionario, se mantiene en
buenas condiciones. El Roca y el Sarmiento están destruidos, todo debido a un
problema cultural de los argentinos. En países de Europa, los centros
deportivos son de excelencia porque los cuidan el administrador y el público”,
arranca Kocourek.
El arquitecto recuerda que cuando le encargaron el proyecto
del Parque Sarmiento se sintió tremendamente orgulloso de poder realizar una
obra así, porque siempre entendió al deporte y la recreación como actividades
necesarias para las personas que trabajan o estudian. Kocourek fue un exitoso
deportista, que practicó atletismo y yachting. De hecho, tiene el privilegio de
haber aparecido en una tapa de la revista El Gráfico de 1952, donde
se lo observa saltando una valla. Corrió regatas en Brasil, Inglaterra y
Estados Unidos y participó en los Juegos Olímpicos de Helsinski, en 1952, donde
salió tercero en su serie con un tiempo de 15.20 segundos. Además, fue campeón
argentino en los 110
metros con vallas. De modo tal que el desarrollo del
gigantesco parque polideportivo no podía haber caído en mejores manos que las
suyas.
“Primero me llamó el Secretario de Obras Públicas de la
Municipalidad de Buenos Aires,Dr. Guillermo Laura, para que nos conozcamos. Les
interesó mi trabajo en el Boating Club de San Isidro, un bañado que convertí en
una marina: es decir, casas y barcos. Me pidieron transformar el basural de
Villa Soldati en un parque deportivo y recreativo. Fue un desafío muy grande:
hicimos el proyecto, la licitación y se concretó un parque maravilloso, el
Roca. Les gustó la forma en que trabajé, por lo que me convocaron para hacer también
los parques Jorge Newbery y Sarmiento”, recuerda Kocourek acerca de cómo llegó
a este proyecto. Este arquitecto es famoso, además, por haber diseñado el
Edificio Conurban y la Torre Madero, en Retiro, y el Hotel Sheraton Iguazú,
entre otros emprendimientos.
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