Si amáis a vuestro país, si queréis reformas, id a los comicios: el voto debe ser la única revolución’. (…) Con esa legalidad, animados de los mejores deseos, creyendo sinceramente cumplir con los deberes de ciudadanos conscientes hemos acudido a las urnas el 10 de abril [de 1898], donde una camarilla de aventureros, contando con la impunidad y con una turba asalariada, no tan sólo se concretó a representar la eterna farsa, sino que hicieron desaparecer las listas que no pertenecían al ‘acuerdo’”.
Lo ocurrido en 1898 no fue una excepción, sino que constituía la “normalidad” de las elecciones bajo la hegemonía conservadora. No obstante, el PS siempre participó de las elecciones porque consideraba que el camino era electoral y confiaba en educar a los trabajadores y finalmente vencer al fraude. Nunca apoyó el PS el abstencionismo y el levantamiento militar de los radicales; consideraba a la UCR como un elemento más de la política criolla (caudillismo, golpismo, personalismos).
En 1904, el socialismo logra su primera victoria con la diputación de Alfredo Palacios.
Continuó el partido bregando por la lucha político-electoral, enfrentando a los anarquistas y sindicalistas en el movimiento obrero. “El año 1912 –dice Félix Luna– fue especial para Justo, no sólo por lo bueno que le aconteció en lo político sino también por lo doloroso que padeció en lo personal.
En abril, junto con Alfredo Palacios, fue electo diputado nacional por la minoría. Al amparo de las primeras elecciones libres, producto de la Ley Sáenz Peña, el Partido Socialista se presentó en las votaciones para diputados nacionales por la Capital Federal. Sin fraude por primera vez, ese 7 de abril los socialistas obtuvieron 32.000 votos y se posicionaron inmediatamente a continuación de los radicales”. Así, con su triunfo de 1913, los socialistas coronaron una estrategia política cimentada en la participación en los actos eleccionarios.
Continúa Félix Luna: “Los representantes conservadores del Congreso de la Nación veían con preocupación este ascenso de las clases medias y se propusieron revisar la ley electoral. La alarma fue mayor cuando en 1913 se realizaron elecciones que fortalecieron la presencia socialista en el Congreso (...) En aquel acto electoral, el partido recogió los frutos de la tarea legislativa desarrollada por Palacios y Justo a partir de 1912: el socialismo obtuvo dos nuevas bancas en la Cámara de Diputados, que ocuparon Mario Bravo y Nicolás Repetto. A los cuatro diputados socialistas se les sumó Enrique del Valle Iberlucea, el primer senador socialista de América.
Al año siguiente, los socialistas lograron un triunfo mayor: los diputados eran nueve en total”. De esta manera, el PS consideraba que estaba en el camino que lo conduciría a su meta: conquistar una mayoría parlamentaria para introducir gradualmente el socialismo.
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