1. La Revolución en marcha
El año 1809 llega a su fin. En Buenos Aires, las divergencias entre criollos y
españoles se hacen cada vez más profundas. El Virrey Baltasar Hidalgo de
Cisneros intenta mitigar esas disensiones con medidas prudentes, pero ello no
basta. La conspiración de los criollos flota en el aire y día a día son más
concretas las informaciones que recibe el mandatario de que se trama una
conmoción del orden institucional.
El 25 de Noviembre Cisneros crea el Juzgado
de Vigilancia Política, destinado a perseguir tanto a los afrancesados como a
aquellos que auspician regímenes políticos contrarios a la conservación de
América en dependencia de España, incluyendo a quienes propaguen “falsas y
funestas noticias sobre el estado de la Nación”.
Un mes más tarde, el Virrey
lanza un bando por el que previene al vecindario contra “algunos pocos díscolos
que extendiendo noticias falsas y seductivas, pretenden mantener la discordia y
fomentar el espíritu de partido, tal vez con ideas más depravadas cuyo fondo de
malicia no penetran los incautos". El clima de conmoción impera en Buenos
Aires y sólo falta un pretexto formal para que la revolución estalle.
Así lo
estima Cornelio Saavedra cuando, en Abril, les confía a sus amigos: “Aún no es
tiempo; dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos”.
Las brevas maduran, y el tiempo llega cuando, el 14 de Mayo de 1810, el barco
de guerra inglés Mistletoe arriba a Buenos Aires, trayendo impresos
con informaciones de Cádiz fechadas el 4 de Febrero; ellas confirman
categóricamente los rumores que ya circulaban con profusión en el Río de la
Plata. Pero, además, llega con la nave británica la noticia de que el día
anterior, 13 de Mayo, ha anclado en Montevideo la fragata británica Juan Paris,
con informes más actualizados.
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