En estos días, la Sociedad Rural
Argentina (SRA) levantará el telón de la 129º Exposición Rural desde su
creación el 10 de julio de 1866 [1]. La historia señala que, tras dos
deliberaciones ocurridas en el solar de Eustaquio Torres Agüero, la noche del día
refrendado pusieron su rúbrica José Martínez de Hoz, Eduardo Olivera [2],
Ricardo B. Newton [3], Jorge R. Stegmann, Jorge Temperley, Mariano Casares y
otros para fundar la SRA. A partir de entonces, esta entidad surgiría como
columna vertebral de una Argentina con marcado sesgo agrícola-ganadero,
exportador de materia prima y propulsor de administraciones gubernamentales
acordes.
Su lema ha sido “Cultivar el
suelo es servir a la patria”, lo que ha traído algunas polémicas como la
planteada por Arturo Jauretche, quien en su Zoncera Nº 33 (Manual de Zonceras
Argentinas) da por sentado que la SRA únicamente servía a los intereses del
llamado mercado internacional, es decir, a aquél regido por la premisa de
“comprar a quien nos compra”. Desde 1866 hasta bien entrada la década de 1940,
nuestro comprador era Inglaterra –de materias primas-, a quien, como
contraparte, le comprábamos las manufacturas y sus derivados obteniendo, de
ello, nuestro postergado status de país agro-industrial. Este ha sido, desde
siempre, el diseño de la división internacional del trabajo concebido por los
anglos.
Consta, que Eduardo Olivera
–segundo presidente de la SRA, desde 1870 a 1874-, vino de un viaje por Europa
fascinado con la idea de erigir una exposición rural cuando visitó la ciudad
inglesa de Birmingham en donde, precisamente, se estaba llevando a cabo una.
Por eso, el antecedente inmediato de la SRA es la Exposición Agrícola Rural
Argentina celebrada el 15 de abril de 1858 y con la presencia del entonces
Gobernador bonaerense Valentín Alsina. Una idea inspirada en un suceso inglés
vino a materializarse, en nuestro país, en la antigua residencia San Benito de
Palermo que, antaño, perteneciera a Juan Manuel de Rosas. Paradojas de la
historia.
En el periódico “Los Debates”, de
aquellos días, se leía lo que sigue: “En el reino animal la exposición contenía
preciosidades, desde el oscuro gusano de seda encerrado en su capullo hasta el
altivo tigre de las selvas, aves domésticas, desde lo pigmeo hasta lo
gigantesco, ovejas de finísima lana, la llama, tipo de mansedumbre; el guanaco
de las cordilleras nevadas, los cerdos, como se ven en los mercados de Londres,
vacas de la más pura raza, caballos de especies diversas, desde el formidable
frizón hasta el esbelto caballo árabe”.
En aquella oportunidad, fueron
premiados mediante una Medalla de Oro un toro colorado de 2 años y medio
propiedad de Jorge Atucha; un toro colorado nacido de vaca y toro Herdforshire
que era de Manuel B. Hale; y otros ejemplares más cuyos dueños eran Manuel
Aldao y Juan Antonio Escribano.
Para entonces, la Confederación
Argentina transitaba irremediablemente de una industria saladeril estrechamente
liga a las estructuras de la estancia vieja, a otra más moderna que consistía
en la importación y cría de razas vacunas tales como la Hereford, Aberdeen
Angus, Tarquino, Herdforshire, etc., etc., agrupadas y organizadas, ahora, en
cabañas. A lo dicho, le sumamos la invención y el perfeccionamiento “del
sistema de enfriado (chilled beef)” y el auge de los primeros frigoríficos.
Así, el primero de estos
establecimientos que existió en nuestro país databa de 1883, levantado en la
ciudad de Campana, provincia de Buenos Aires, “de donde salieron los envíos
regulares de carne argentina a Inglaterra, principal cliente de los frigoríficos
argentinos”. [4] Se llamaba The River Plate Fresh Meat Co. Ltd. Un año más
tarde, en 1884, se levantó el segundo frigorífico, llamado La Negra y que
perteneció a la firma Sansinena.
De este modo, pues, quedaba
inaugurado –y robustecido- aquel sistema inventado por el ingeniero Charles
Tellier, francés que por 1876 logró patentar una forma para mantener la carne
fresca en una cámara a 0 grados mediante “una corriente de aire fresco y
enfriado por la evaporación del éter”. Toda esta atmósfera cambiante resultó de
particular interés para la consolidación de la Sociedad Rural Argentina,
emprendimiento que, sin embargo, ya estuvo en las mentes de los antiguos
gobernantes rioplatenses desde que en el año 1814 el Directorio porteño,
mandado por Gervasio Posadas, “cedió a las sugerencias de Tomás Javier de
Gomensoro, sacerdote de la Capilla del Rosario, en el sentido de fundar una
Junta de Amigos del País, la que se ocuparía de “materias de agricultura, cría
de ganado y todo lo que tenga relación a éstos””.
No obstante la iniciativa, todo
quedó estanco en la firma del decreto que mandaba fundar la Junta de Amigos del
País, pues hasta la idea fundante de Eduardo Olivera en 1865, nada se hizo al
respecto.
Por último, esbozaremos algunas
referencias de aquella Primera Exposición Rural de 1875, llevada a cabo “en un
baldío de un cuarto de manzana que entonces ocupaba una de las esquinas de
Florida y Paraguay”. Dos boleterías se encargaron de vender las 1700 entradas
que ese día auguró la muestra, algo insospechado aún para los propios
organizadores.
En cuanto a los animales en
exhibición, se contaban 66 caballos (entre ejemplares Trakenen, Cleveland-Bay y
Sangre Pura de Carrera), 13 vacunos (con mayoría de la raza británica
Shorthorn), 74 ovinos (con predominio de Rambouillet y Lincoln) y restantes 75
ejemplares repartidos entre cerdos, cabras, aves y conejos. También hubieron 15
perros, resultando el más aclamado de todos uno de nombre Barry que era de la
raza Terranova, pelaje tordillo negro, según las clasificaciones. Otra de las
curiosidades, resultó ser una mula manchada blanco y negro traída desde la
provincia de Corrientes. Como se ve, esta muestra fue por demás variopinta. [5]
Pese a lo pequeño de la parcela
donde se celebró la exposición, la curiosidad de la población pudo más,
llegándose al lugar con masividad. Las cuentas arrojaron que pasaron a ver a
los animales unas 18 mil personas en un lapso de siete días (finalizó el 18 de
abril de 1875). Por eso, el gobierno municipal de Buenos Aires le cedió, a perpetuidad,
un terreno de grandes dimensiones en el actual Parque 3 de Febrero, Palermo,
donde hubo de conmemorarse la Segunda Exposición Rural en 1878. Allí la SRA
plantó bandera y se quedó –hasta ahora- para siempre.
[1] La primera Exposición Rural
aconteció en el año 1886. Otras fuentes, abrevan en que la primera exposición
sucedió, en verdad, el 11 de abril de 1875 bajo el gobierno de Nicolás
Avellaneda.
[2] Eduardo era hijo del
ecuatoriano Domingo Olivera, dueño de la Ea. “Los Remedios”, construida en 1838
y que en la actualidad se ubica en el Parque Avellaneda de Buenos Aires.
Unitario, don Domingo fue amigo de Rosas, quien durante su gobernación dejó por
escrito que “a su amigo nadie debe molestarlo”, según me confesó un despensero
de años de la zona.
[3] Introductor del alambrado en
nuestro país.
[4] “Argentina” Nº 8, Año I –
Noviembre, 1969, publicación de la Secretaría de Estado de Difusión y Turismo
de la República Argentina.
[5] Molinari, Ricardo Luis.
“Biografía de la Pampa. 4 siglos de historia del campo argentino”, Editorial
Gaglianone, 1987.
IMAGEN : Exposición Rural del año
1875.
Por Gabriel O. Turone
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