El final
Los primeros en desaparecer fueron los que habían sido de la
rama “Lacroze” y el “motivo” fue justamente aquel atractivo de la estación
ferroviaria. La Secretaría de Transporte decide suprimir la circulación de
tranvías por dentro de la estación.
La solución consistía en la construcción de
un par de curvas y un desvío de modo que la sortearan por Alvarez
Thomas-Elcano. No se creyó justificable el gasto y se decidió suprimir las
líneas, ya que las 127 y 71 de ómnibus las cubrían “perfectamente”. El 24 de
junio de 1951 dejaron de andar el 15 y el 90, mientras que el 7 “resistió”
hasta el 2 de diciembre de ese mismo año, haciendo un servicio corto entre el
barrio y Chacarita.
Las restantes líneas (ex Anglo) subsistieron algo más. Fue
hasta 1954, cuando el 9 de julio se inauguró el trolebús 310 y el 96 dejó de
funcionar. En tanto el 35 lo hizo a finales de ese mismo año, el 26 de diciembre
de 1954, reemplazado por el trolebús 314. Pero el 35 había quedado lo
suficientemente compenetrado en el sentir de los vecindarios que servía, al
punto que la Secretaría de Transporte recibió una larga serie de notas
solicitando su rehabilitación. Larga es la lista y ente ellos recordaremos los
pedidos de la “Sociedad de Comerciantes Unidos de Mosconi y Artigas”, la
“Asociación de Comerciantes de Villa Urquiza”, la “Asociación de Fomento y
Biblioteca Popular Pueyrredón Sur”, la “Unidad Básica Nº 8 Circunscripción 7ª”
y un sinnúmero de particulares.
Es más: cuatro años después, el 11 de agosto de
1958, el Intendente Municipal comunica a la Secretaría de Transportes que el 16
de junio de 1954 el Honorable Consejo Deliberante resolvió recurrir a la Intendencia
para que arbitre los medios por los cuales esa Secretaría de Estado hiciera
conocer las razones que, en su momento, aconsejaron suprimir ese tranvía.
Resurrección
Si bien no podemos decir que haya sido permanente, la
resurrección del tranvía en Villa Urquiza fue, al menos, real. Medio siglo
después de que partiera el último tranvía desde Bebedero y Aizpurúa, una
mañana, como una visión fantasmal, apareció de nuevo posado sobre los rieles de
aquella tradicional terminal urquicense. Para los que tuvieron oportunidad de
estar allí difícil será olvidar las miradas de asombro del vecindario,
especialmente de los mayores, al volver a ver un tranvía en su cuadra. No es
exagerado pero hasta hubo lágrimas, a las que se sumaron recuerdos, anécdotas y
tantas vivencias que, ante la imagen de aquel viejo conocido, surgieron a
borbotones del alma de todos. Pero no era un fantasma. La cuadra había sido
elegida como escenario por la productora de la película La Fuga y el
tranvía era necesario como protagonista de la escena.
El coche era uno de los
que integra la flota-colección de la Asociación Amigos del Tranvía, entidad que
desde hace 22 años brinda con ellos el tradicional servicio histórico turístico
del barrio de Caballito que todos los fines de semana, a partir de las 16,
permite rememorar aquellos felices tiempos.En esa oportunidad la Asociación
puso en práctica un nuevo rectificador que, mediante el tendido de una línea
aérea provisional a lo largo de Aizpurúa, hizo posible que el coche circulara
por sus propios medios. Ni hablemos cuando el vecindario lo vio marchando:
¡vítores y aplausos! Y hubo más. Como retribución al recibimiento y acogida de
los vecinos, una vez terminada la filmación (que llevó dos jornadas) los
muchachos del tranvía invitaron a todos a reandar esos rieles ida y vuelta en
un miniviaje a bordo del 652. Fue el 3 de noviembre de 2001. * Presidente
de la Asociación Amigos del Tranvía.
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