Recorría yo una de las calles de mi actual ciudad, Rosario,
viendo vidrieras o las baldosas de las veredas que pasaban por debajo, al
ritmo que imprimían mis zapatos, en el acostumbrado caminar… Me detengo en
uno de esos locales atestados de libros viejos, ingreso y recorro
las estanterías buscando con melancolía lo que siempre algún pasado
nos muestra.
Tomo un libro, aún no sé qué me llevó a elegirlo, pues jamás hubiera
elegido tan, para mí, árido tema: “Mi Paso por los Tribunales” de Alfredo
Eymann, lo abro, voy al índice y empiezo a pasear mi vista a lo largo de
los temas, 51 en total, y me detengo en uno, (me sigo preguntando porqué,
porque jamás me interesé por ningún tema que tenga cualquier ítem del
Derecho, o conexión con algún Tribunal): “El pleito más largo en mi vida
profesional” pág.15. Busco la página 15 y comienzo a leer: (copio
textualmente)
“Bien
se dice que la Justicia cuando más breve, mejor. Desgraciadamente esta
condición esencial unida a la buena y barata, no se cumple en
nuestro país. Múltiple factores contribuyen a largar la dilucidación de
los procesos, entre ellos el engorroso trámite de nuestros Códigos
de Procedimientos y la desidia humana, en la que no siempre la
responsabilidad debe recaer en los encargados de administrar Justicia.
También es necesario involucrar a todos aquellos que comparten esa
responsabilidad, como fiscales, asesores de menores, peritos y no pocas veces
a los propios profesionales.
El
caso es que la tónica de la Justicia se caracteriza por la lentitud, o sea
que se trata de una maquinaria sumamente pesada. Esto me ocurrió en un juicio
bastante famoso, el que duró en su tramitación cerca de un cuarto de
siglo, para ser más preciso 22 años, o sea desde 1940 a 1962. Se
trató del cobro de los honorarios del Ingeniero Don Arturo
Prins, fallecido en el año 1939. El Sr. Arturo Prins fue un hombre de
probada capacidad intelectual y vasta cultura, que ostentó los títulos de
ingeniero y arquitecto, culminando su trayectoria de hombre útil a la
civilidad cuando mereció ser galardonado con las palmas de miembro de la
Academia de Bellas Artes.
Con el Dr. Ángel Rómulo Mariano Montes de Oca,
iniciamos su juicio sucesorio en representación de todos sus herederos, el
que debimos suspender hasta que se resolviese el juicio por cobro de
honorarios por los proyectos y dirección del edificio de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, ubicado en el amplio solar de la Avenida Las
Heras, cerca de la Avenida Pueyrredón. Este juicio se caratuló “Sucesión
Arturo Prins c/ La Nación s/cobro de honorarios” y tramitó ante la
Justicia Federal.
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