A este espíritu de asociación y a las ideas adoptadas como
palabras y principios de orden, ha dado Echeverría el título de dogma
socialista, en la última edición del código o digesto de principios que la
juventud argentina discutió y adoptó en 1836. Ese trabajo, de que fue redactor
Echeverría, muestra lo adelantado de la juventud de Buenos Aires, en ese
tiempo, gracias a sus esfuerzos propios, pues la revolución francesa de febrero
no ha dado a luz una sola idea liberal que no estuviese propagad en la juventud
de Buenos Aires, desde diez años atrás.
El socialismo originando por ese movimiento, ha hecho
incurrir en el error de suponer idéntico a ese loco sistema, el formulado en
Buenos Aires por el escritor americano de que nos ocupamos. Hay un abismo de
diferencia entre ambos, y sólo tienen de común el nombre, nombre que no han
inventado los socialistas o demagogos franceses, pues, la sociedad y el
socialismo tales cuales existen de largo tiempo, expresan hechos inevitables
reconocidos y sancionados universalmente como buenos. Todos los hombres de bien
han sido y son socialistas al modo que lo era Echeverría y la juventud de su
tiempo. Su sistema no es el de la exageración; jamás ambicionó mudar desde la
base la sociedad existente. Su sociedad es la misma que hoy conocemos,
despojada de los abusos y defectos que ningún hombre de bien autoriza.
Un escritor de Rosas, un extranjero mezclado en las
disensiones de Buenos Aires, por vía de especulación, ha supuesto calumniosamente
que la doctrina formulada por Echeverría, era la misma que propagaban los
perturbadores de la paz en Europa. El nombre, el título de la publicación, han
dado pretexto para esa innoble y pérfida imputación. Echeverría contestó en el
lenguaje merecido al autor del Archivo Americano.
Todo el socialismo de Echeverría se encierra en esta fórmula
que tomo de su libro excelente, calumniado por los asalariados de la tiranía;
-“Para que la avocación corresponda ampliamente a sus fines (se lee en el Dogma),
es necesario organizarla y constituirla de modo que no se choquen ni se dañen
mutuamente los intereses sociales y los intereses individuales, o combinen
entre sí estos dos elementos –el elemento social y el elemento individual, la
patria y la independencia del ciudadano. En la alianza y armonía de estos dos
principios, estriba todo el problema de la ciencia social”.
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