También servían estas rastrilladas de guía para los reseros,
como también para los caminantes que peregrinaban sin rumbo fijo, en procura de
algún trabajo que habitualmente escaseaba.
Las pulperías de la zona rural fueron las casas de comercio que abastecían los
artículos de primera necesidad a los pobladores de la región, arriesgadamente
internados en la pampa desierta y hostil. Suministraban la yerba mate traída
del Paraguay; la ginebra importada de Inglaterra; el vino Carlón proveniente de
España o de Francia; la harina de trigo importada desde Europa o Chile, aunque
solamente hasta el año 1870; galletitas enlatadas y galletas tipo marinera, de
la próspera y afamada industria del pueblo de Mercedes.
Surtían además las modestas prendas de vestir, tales como
paños importandos para la confección del popular chiripá; telas para camisas y
ropa interior; percales para los vestidos femeninos, que se confeccionaban de
falda larga y ponchos pampas o de otros tipos tejidos en regiones norteñas, de
tanto uso por ser la única prenda de abrigo entonces conocida.
También satisfacían la gran demanda de las prendas que integraban los recados:
carona, caronillas y matras tejidas a mano; bastos, encimeras, cojinillos y sobrepuestos;
estriberas, lazos y boleadoras; frenos de hierro, riendas, cabezadas, bozales y
castros, etc.
Todo un completo surtido de piezas de cuero crudo, sobadas a
mano, y adornadas con esmerados tejidos de finos tientos de cuerpo de potro,
constituían la mejor expresión del arte casero en esos tiempos.
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