¿Por qué cree que fracasó la Revolución del ’90 que usted
encabezó?
Si la revolución no tuvo éxito en el combate, por
circunstancias complejas, debo también confesar ingenuamente, que mucho influyó
su propia exagerada gentileza, y me es simpático confundirme en esa
responsabilidad.
La revolución debió estallar en casi la totalidad de la
república; pero halagado por la idea de que triunfara sin la más mínima efusión
de sangre, si fuera posible, habíamos preferido que sólo aquí tuviera lugar,
creyendo que la situación que alcanzara determinaría la suerte de toda la
república. Yo me congratulo íntimamente de haber contribuido a que el pueblo
argentino se haya levantado al unísono con la energía y vitalidad de su
carácter a protestar, como corresponde, de sus oprobiosos mandatarios, quedando
de hoy en más de pie, firme y sereno con la conciencia de su deber, porque a mi
juicio, es este el verdadero y fundamental triunfo de la revolución.
Lo único
que nubla mi espíritu es el recuerdo de los que han caído víctimas de tan
sagrado deber y para los que pido la gratitud argentina, aunque comprendiendo
que algún sacrificio era indispensable para reparar tan deplorable situación.
Pero no derrocamos al gobierno de Juárez Celman para separar hombres y
sustituirlos en el mando; lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que
el pueblo lo reconstituya sobre la base de la voluntad nacional.
¿Por qué tomó esa dramática determinación final?
Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir.
Sí, que se rompa pero que no se doble. He luchado de una manera indecible en
estos últimos tiempos, pero mis fuerzas, tal vez desgastadas ya, han sido
incapaces para detener la montaña y la montaña me aplastó. Adelante los que
quedan. ¡Ah cuánto bien habría podido hacer este partido, si no hubiesen
promediado ciertas causas y ciertos factores! No importa, todavía puede hacer
mucho.
Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellas le dieron
origen y ellas sabrán consumar la obra: ¡deben consumarla!
Referencias:
1 Discurso de Leandro N. Alem en el mitin del
Frontón Buenos Aires, 13 de abril de 1890, El Nacional, 14 de abril de
1890.
Felipe Pigna
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