Este
arraigado juego, tan caro a las personas que nacieron en la década del 60 o
antes, estuvo difundido tanto en la ciudad como en el campo de una forma
notoria. Es un juego con reglas tan simples como entretenidas.
Era común encontrar en las casas, en especial en las galerías o patios
estos pequeños "muebles" elaborados de distinta forma y con distintos
materiales de acuerdo al poder adquisitivo o al fanatismo del dueño.
Para jugar al sapo se necesita el sapo propiamente dicho (mueble elaborado
en madera y metal) que consta de una vieja (cara situada en la pared posterior
del juego), sapo (bichito homónimo ubicado en el centro del campo), los
molinetes (situados a la izquierda y derecha de la parte anterior del campo) y la rana situada
en el centro a la altura de los molinetes.
Se
usan para jugar tejos de bronce (los más difundidos), que tienen el peso ideal
para ser pulsados. La forma de tomar el tejo para lanzarlo, es recostarlo sobre
el costado del dedo mayor (con el pulgar hacia arriba) y sostenido y envuelto por el dedo
índice por un lado y el pulgar por otro. Cada orificio tiene un valor distinto,
y se suma el total al haber arrojado todos los tejos.
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