En la década de 1920 se establecieron en Tigre, en el norte del conurbano bonaerense, las primeras instalaciones de la empresa que más adelante, en los años '40, sería Astilleros Argentinos Río de la Plata S.A. (ASTARSA) y que tenía por accionistas mayoritarios a la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia, propiedad de la familia Braun Menéndez, y Estraubou y Cía.
Desde fines de la década de 1950, una gran cantidad de empresas nacionales y extranjeras empezaron a concentrar sus inversiones en las provincias de Córdoba y Santa Fe y en el conurbano bonaerense. Las localidades de la zona norte y noroeste del gran Buenos Aires atrajeron una gran cantidad de estas inversiones.
Desde fines de la década de 1950, una gran cantidad de empresas nacionales y extranjeras empezaron a concentrar sus inversiones en las provincias de Córdoba y Santa Fe y en el conurbano bonaerense. Las localidades de la zona norte y noroeste del gran Buenos Aires atrajeron una gran cantidad de estas inversiones.
Entre los establecimientos industriales de la zona norte que ocupaban a miles de trabajadores, podemos mencionar: Ford Motors Argentina, las metalúrgicas Corni y Del Carlo, la autopartista Wobron, el laboratorio Squibb, las empresas de alimentación Terrabussi, Matarazzo y Fanacoa, la editorial Abril, la textil La Hidrófila, cerámicos Lozadur y los astilleros ASTARSA, Mestrina, Forte y Acquamarine.
Un mundo cultural y social propio
ASTARSA era un referente para los trabajadores de Tigre, obtener un trabajo allí era visto como una promesa de estabilidad y posibilidad de ahorro. Sobre todo en el sector naval, el empleo de mano de obra era, en un elevado porcentaje, de personal calificado, por lo tanto, los salarios de ASTARSA constituían la media según la cual otros establecimientos de la zona fijaban los propios.
Por otro lado, la gran concentración de industrias y el hecho de que el grueso de los habitantes perteneciera a la clase trabajadora generó un mundo cultural y social propio, imprimiéndole a la zona de Tigre un carácter particular.
ASTARSA era un referente para los trabajadores de Tigre, obtener un trabajo allí era visto como una promesa de estabilidad y posibilidad de ahorro. Sobre todo en el sector naval, el empleo de mano de obra era, en un elevado porcentaje, de personal calificado, por lo tanto, los salarios de ASTARSA constituían la media según la cual otros establecimientos de la zona fijaban los propios.
Por otro lado, la gran concentración de industrias y el hecho de que el grueso de los habitantes perteneciera a la clase trabajadora generó un mundo cultural y social propio, imprimiéndole a la zona de Tigre un carácter particular.
Barrios enteros se formaban en función de la proximidad a algún establecimiento que daba trabajo a sus habitantes, en las casas vecinas preparaban almuerzos para trabajadores de las fábricas que no tenían comedores, se abrían bares y lugares de esparcimiento. Se generaron lazos de ayuda y de confianza que, más adelante, en tiempos de conflictos, marcaron de manera fundamental las formas de solidaridad entre los trabajadores, sus familias, amigos y vecinos.
Condiciones de trabajo
El trabajo en ASTARSA era particularmente duro debido a las condiciones en las que se realizaba. El golpeteo incesante sobre metales y chapas producía un ruido ensordecedor y las emanaciones tóxicas de pinturas y material de soldadura generaban afecciones pulmonares de distinto grado de complejidad. Un soldador, por ejemplo, debía vestir ropas de cuero para protegerse de las chispas y trabajar en compartimientos estancos donde podían hacer más de cincuenta grados y se concentraban los gases de los sopletes.
El trabajo en ASTARSA era particularmente duro debido a las condiciones en las que se realizaba. El golpeteo incesante sobre metales y chapas producía un ruido ensordecedor y las emanaciones tóxicas de pinturas y material de soldadura generaban afecciones pulmonares de distinto grado de complejidad. Un soldador, por ejemplo, debía vestir ropas de cuero para protegerse de las chispas y trabajar en compartimientos estancos donde podían hacer más de cincuenta grados y se concentraban los gases de los sopletes.
Los accidentes eran frecuentes. Amputaciones, quemaduras, intoxicaciones y enfermedades respiratorias hacían que en cada jornada de trabajo se pusiera en riesgo la salud y la integridad física de los trabajadores. Ni la duración de la jornada de trabajo, ni el salario respondían a las condiciones de insalubridad en que se desarrollaba la actividad. Por el contrario, se daba la paradoja de que, para aumentar sus ingresos, los obreros hacían horas extras, aumentando el tiempo de exposición a esas malas condiciones en jornadas laborales que a veces alcanzaban las doce horas.
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