Al respecto, continúa abundando Paz, sobre algunos de estos
errores de apreciación que cometía el Gral. Belgrano: "De aquí resultaba
que se dejaba alucinar con mucha facilidad, y hemos visto oficiales, y aun
individuos de tropa, que no eran más que charlatanes, que le merecieron un gran
concepto de valientes y arrojados.
Por ejemplo, cuando quería mandar hombres
intrépidos que descubriesen al enemigo, bastaba para captarse su estimación,
ofrecerse a ir hasta el medio del ejército contrario, sin que después se
cuidase mucho de averiguar de si había o no llenado su compromiso, y sin que le
trajese mucha responsabilidad la inexactitud de sus noticias. Lo mismo sucedía
con un jefe u oficial, que en teoría allanaba las dificultades de una
operación, o que se ofrecía a ir a batir una fuerza enemiga, con otra de la
mitad de su número. La primera impresión que esta charlatanería había producido
en su ánimo era por lo común duradera".
Para concluir este aspecto de la personalidad del Gral. Belgrano, Paz remata así: "tenía también más facilidad de la que era conveniente para expresarse con respecto a un oficial en punto a valor, y principalmente cuando se acercaba el momento de una acción lo hemos visto muchas veces herir la susceptibilidad de un hombre delicado con poco motivo. Si a esto se agrega la falibilidad de sus juicios en razón de lo que acabo de exponer poco antes, se verá el peligro que había de cometer una injusticia".
Como ejemplo de ese relato, Paz recuerda que "En el año 17, cuando yo era teniente coronel, y que de consiguiente podía aproximármele más, recordando la batalla desgraciada de Ayohuma, dijo estas terminantes Palabras: `Perdí esa batalla por cinco jefes cobardes que no correspondieron al concepto que yo tenía de ellos'. No los nombró, pero sé positivamente a quienes aludía. Sin embargo, ellos habían merecido antes sus distinciones y su plena confianza".
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